El día de hoy decenas de mujeres en Pachuca salieron, gritaron, pintaron y vandalizaron espacios públicos. Sus reclamos y sus mensajes se van a quedar por mucho tiempo en la memoria de las personas, que han sido testigos de algún caso de violencia, acoso, desaparición o desigualdad de género.
Porque es casi imposible que no se haya tenido una experiencia cercana sobre el particular. Por desgracia, es frecuente y a veces normalizada, la violencia de la que son víctimas miles de mujeres. Esa desgracia alcanza niveles dramáticos, cuando proviene del círculo más cercano como la familia y los amigos.
Las mujeres se encuentran en una situación compleja, porque hasta hace poco no se había socializado tanto el tema que les aqueja, se minimizaba su fuerza social, económica y política, se desconocía su capacidad para organizarse y su convección con la causa.
Sin embargo, también es claro que la manera de canalizar su descontento, ha levantado ámpula. En algunos sectores no se comparte su carácter beligerante, el rostro encapuchado, el afán por destruir, la violencia como instrumento para reclamar que son continuamente violentadas.
El debate sobre la forma es válido y debería de ponerse a consideración de todos. Pero lo que no está sujeto a debate, es el fondo. Es decir, la condición de desigualdad, inequidad y desventaja con la que una mujer vive en México.
En diversas esferas de la vida pública, el género juega a favor o en contra de las personas. Todavía hace poco era muy difícil ver a una mujer que conducía un taxi, que trabajara en la construcción, que fuera entrenadora de futbol, funcionaria de primer nivel, empresaria, entre otros.
Los espacios se fueron llenando, pero eso no significa que se erradicaron las prácticas antes citadas. Se quedaron los viejos fantasmas que se hicieron viejos, porque durante años se normalizó la violencia en sus múltiples facetas, iniciando con lo verbal. Porque todos hicimos alguna vez analogías fuera de lugar: mujer que se queda en casa, mujer débil, mujer que llora, mujer que acompaña, mujer discreta, mujer sin voz.
Hay que implementar un combate frontal para extirpar de una vez y para siempre, los distingos de género. Las mujeres por motu propio son parte fundamental del entendido social. Por lo cual, no solo se trata de escuchar los reclamos y hacerlos propios, sino de atenderlos con la finalidad de que no se reproduzcan.
Este año nuevamente miles de mujeres salieron a las calles lo cual nos recuerda que faltan cosas por resolver desde la casa, oficina y escuela. Porque desde edades tempranas y desde múltiples trincheras, hay que hacer conciencia.
No solo se trata de tener un día lleno de movilizaciones espontáneas, por el contrario, hay que sostener una continua revisión de nuestros actos y comportamientos para que ninguna mujer se sienta excluida.
Ojalá que este 08 de marzo del 2021, sea el último año en que las mujeres tienen que salir a las calles para exigir sus derechos. Hay que hacer todo lo necesario para que este año se caracterice por un nuevo pacto social donde las mujeres sean tomadas en cuenta en condiciones de igualdad y equidad.
@2010_enrique