El pasado fin de semana fuimos testigos, como nación, de dos hechos que nos dejan varias enseñanzas. El primero de ellos, tuvo que ver con el desagradable momento que le hicieron pasar en la Casa Blanca al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.
El segundo, con la extradición de 29 narcotraficantes mexicanos; entre ellos, el legendario Rafael Caro Quintero quien tiene varias cuentas pendientes con el país vecino. Entre ellas, la de responder por el asesinato en los años ochenta del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena.
Estos dos hechos (casi consecutivos), no pudieron saciar el ímpetu de Trump para utilizar una política de confrontación. Por lo que cumplió la amenaza de implementar los aranceles a productos que ingresen desde México, en particular con el acero. Iniciando con ello, una nueva era en las relaciones bilaterales.
De seguir así, se antoja muy complicado mantener el ritmo a los arranques del mandatario norteamericano que parece insatisfecho con todo lo que provenga de México en términos de migración y seguridad.
En este sentido, la periodista Viri Ríos en el periódico Milenio hace la siguiente reflexión “nuestros negociadores deben recordar que Estados Unidos no es el país con el que firmamos un tratado en los años noventa. Aquel país que solía creer en la globalización y el desarrollo regional como algo mutuamente beneficioso. Ahora Estados Unidos es un país liderado por un grupo de extorsionadores mafiosos sin enemigos ni aliados. Su credo es exprimir lo más posible a quien se deje por el tiempo que se deje. Respetar a quien se tenga que respetar y desechar al resto”.
En esta lógica, México debe estar preparado con el denominado plan B. Que muy pocos conocen pero que al parecer tendrá que subir los niveles de reciprocidad que se contemplan en el derecho internacional.
Porque a estas alturas queda claro que los acuerdos con Trump no sirven para nada. Incluso, hay voces muy reconocidas que aseguran que al largo plazo esa política arancelaria será contraproducente para Estados Unidos.
Es decir, ese amago de Trump representa una victoria simbólica a su base, para aumentar la recaudación en el corto plazo, o incluso solo para demostrar que cumple con una promesa de campaña o con un capricho.
En este sentido,nuestro enfoque debe estar, no en satisfacer a Trump, sino en crear un plan para cuando Trump decida tratarnos como Ucrania. Sé que en las más altas esferas del gobierno hay quien piensa que Estados Unidos nunca nos tratará tan mal y, en cierta forma, tienen razón. México es un país más importante para Estados Unidos, porque la economía de Estados Unidos depende más de nosotros.
Sin embargo, aun si no nos tratara tan mal como a Ucrania, con un poco de desdén será suficiente para darnos un duro golpe. Por eso, nos toca estar más preparados de lo que lo estuvo Zelenski, quien tuvo que soportar maltratos y humillaciones en tiempo real frente a la prensa internacional.