Bajo un antojo sublime de un prometedor helado, les cuento de este mi postre favorito.
Desde muy pequeña he sido fanática de los postres. Si tengo oportunidad, aprovecho el momento para endulzarme la vida, y tal vez esto sea el éxito de mi felicidad continúa.
En casa, con la familia, tenemos la tradición de disfrutar de un helado después de la hora de comer. Casi siempre Viennetta. También en días de calor o cuando salimos de paseo, las nieves artesanales refrescan nuestro día.
Aquí en México puedes probar infinidad de sabores originales como el de maíz azul en Cholula, Puebla o el de acachul en Acaxochitlán, Hidalgo ¿ya los probaron?
Y siendo la trotamundos de la familia, como lo diría mi padre, me he encargado de propagar esta nuestra tradición en cada rincón del mundo que visito. Así que cuando estoy en un ambiente que me hace sentir en casa o entre personas que me hacen sentir como familia, simplemente, sin que ellos los noten, compartimos helado.
Un día, caminando por las calles detrás de la Catedral de Notre-Dame, me topé con una pequeña tienda de helados llamada “Amorino”. La tienda estaba entre una típica brasserie y una tienda de souvenirs.
Lo que me atrajo, fue la cálida paleta de colores en su diseño de interiores que combinaba perfectamente con los sabores del gelato. Además, el diseño lindo de una flor con pétalos de diferentes sabores más un macaron en la cima, fue algo que no pude resistir. De sabores naturales, ¡de-li-cio-so!
Después mi amigo Jorge, quien me llevaba a conocer lugares de Paris en bici, me dijo un día que iríamos a probar uno de los mejores helados de Paris et voilà. Llegamos nuevamente a “Amorino”, pero en esa ocasión en una sucursal frente al gran Centre Pompidou.
Y tiempo después me enteré que mi mejor amiga y su novio, se enamoraron de esta heladería en sus primeros años viviendo en Paris. De esta manera fue que encontré a Amorino o que los helados Amorino llegaron a mí. Entonces, a pesar de las lluvias y del clima frío europeo, yo comía helado.
“Amorino” es una empresa relativamente joven, fundada en el 2002 por dos amigos: Cristiano Sereni y Paolo Benassi, con la finalidad de crear un “gelato” italiano original, delicioso e irresistible. Que vuelva loco a todo aquel que lo pruebe, rindiendo homenaje al sabor mismo.
Y gracias a ello y a su popularidad, ahora encontramos sucursales en lugares diferentes del mundo, incluido México.
Y en la tendencia de tomar fotos de mi postre favorito, les comparto el secreto: hay que ver helado bueno de la cosas siempre

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