Por Arturo Hernández Cordero

La noticia de la renuncia del Ministro de la Suprema Corte de Justicia y ex presidente de la misma, Arturo Zaldívar, ha trascendido esta semana en el escenario político nacional. Arturo Zaldívar, quien desde el año 2009 ha ejercido como magistrado del máximo tribunal constitucional, ha enviado al Presidente López Obrador una carta en la que manifestó sus deseos de abandonar el cargo con el objetivo de sumarse al proyecto de Claudia Sheinbaum, de cara a las elecciones presidenciales del 2024.
Si bien, el periodo máximo que un ministro puede ocupar el cargo (quince años), estaba próximo a cumplirse, la decisión de Arturo Zaldívar de pasar a las filas del oficialismo inmediatamente después de anunciar su renuncia a la SCJN, denotan una de las características negativas que durante su gestión como presidente de la Suprema Corte siempre se le achacó: un profundo sesgo político e ideológico izquierdista que condicionó cada una de sus decisiones al frente del máximo tribunal judicial.
Con Zaldívar al frente de la SCJN, la politización del Poder Judicial se hizo evidente y se acentuó a lo largo del sexenio. Como Ministro Presidente, Zaldívar fungió como un fiel lacayo del oficialismo, un férreo defensor de las causas progresistas y demostró una tendencia a la búsqueda constante de protagonismo en los medios y las redes sociales, algo completamente inusual en el desempeño de un cargo que amerita completa seriedad y neutralidad ideológica.
La promoción de una agenda personal de fuerte carácter izquierdista por parte de Arturo Zaldívar, mancilló notablemente la confianza ciudadana en la SCJN y el Poder Judicial en su generalidad.
La llegada de Zaldívar a la SCJN durante el sexenio de Calderón, sin contar con una carrera judicial que lo precediera, auguraba el servilismo en favor del gobierno que estuviera en turno que posteriormente se encargaría de propiciar el declive de la autonomía del Poder Judicial.
Entre los puntos primordiales que requiere el Poder Judicial para lograr una mayor autonomía y combatir su inoperancia, se encuentra la urgente neutralidad política de sus líderes, tras años de un proceder faccioso por parte de Zaldívar y Norma Piña.

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