El Gobernador Electo Julio Menchaca ha señalado reiteradamente que la transición de la gubernatura no será solo un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen.
Lo que se entiende por “cambio de régimen” es una transformación y desarticulación del arreglo oligárquico que durante décadas se ha establecido en el estado, favoreciendo la concentración extrema de la riqueza material en un pequeño grupo de personas e intereses.
Lograrlo implica en primer término poner límites a quienes se han beneficiado en el ámbito privado de arreglos legales y extralegales como licencias de construcción, concesiones, licitaciones, plazas, favores, permisos, acuerdos en lo “oscurito”.
En el sector público, requiere eliminar a toda costa, el uso personal de los bienes públicos, los privilegios, la corrupción y el derroche en la administración estatal.
Pero además se requiere de profundas políticas redistributivas dirigidas a quienes menos necesitan siempre acompañadas de una economía abierta, competitiva y en crecimiento.
Y es que el descontento social que se manifestó el pasado 5 de junio en las urnas no se se edificó en cinco o seis años, fue producto del enojo histórico con la distribución de posiciones de poder y privilegios.
Por señalar algunas cifras de México Evalúa: Hidalgo no cuenta con buenos sistemas de saneamiento y acceso a agua potable; es uno de los cuatro estados con menor a internet en los hogares, y la confianza que la gente tiene con sus vecinos es muy baja, lo cual deteriora la vida comunitaria; es el estado con mayor informalidad laboral y el cuarto estado con mayor pobreza.
Establecer una manera distinta de hacer política y de decidir la asignación de presupuestos y prioridades no será fácil, enfrentará tanto obstáculos y resistencias de quienes ven amenazados sus privilegios e intereses así como los propios errores y limitaciones de diseño e implementación en el camino, pero no hacerlo implicará solo cambiar para no cambiar, cambiar de gobierno sin cambiar el régimen