Gracias a las benditas redes sociales, con solo encender nuestro teléfono, podemos tomarle el pulso a la opinión pública sobre la primera consulta nacional, que básicamente va en dos extremos: quienes están a favor de que se realice y quienes están en contra.
En lo personal, creo que las consultas son instrumentos útiles para la democracia porque creo en el derecho, la obligación y la necesidad ciudadana de pronunciarnos sobre temas de trascendencia pública. Pero también tengo claro que su aplicación no es sencilla.
En México, nos hemos organizado mediante los instrumentos de la democracia representativa. Eso significa que la voluntad popular se ha materializado a través de la elección de representantes populares.
En contraste, instrumentos como las consultas o los presupuestos participativos se inscriben en los esquemas de la democracia directa porque un ciudadano puede emitir su opinión sobre los problemas públicos.
Ahora bien, las consultas populares tampoco son cosa nueva. En la historia reciente existen antecedentes exitosos, pero también algunos nefastos, a nivel local e internacional. La diferencia entre unos y otros radica en ¿cómo se plantearon sus propósitos? ¿sobre qué temas se pronunciaron? ¿qué tan informados e interesados estaban los ciudadanos? En esas premisas descansa la posibilidad de que una Consulta sea simulación o innovación. En las formas está el fondo.
Así que ahora que a 12 días de la Consulta Popular es importante que el INE, como órgano responsable de la organización y la difusión no descuide la dimensión popular de este instrumento, garantizando la calidad de la información disponible y el debate ciudadano, lejos de los partidos. Y como ciudadanas y ciudadanos mantenernos informados, sobre ¿cómo se aprobó la consulta? ¿que se va a preguntar? ¿cuales son las implicaciones políticas y jurídicas que tiene?
Conclusión: Las consultas deben servir para maximizar la discusión pública porque no hay respuestas definitivas a problemas complejos, pero sin participación informada se corrompe la forma y el fondo