En el marco de una crisis severa de liderazgos, los partidos de oposición en México (PRI y PAN, principalmente), buscan desde ahora probar suerte con algunos actores políticos que pueden ser considerados como referentes de su ideología.
Con lo anterior queda claro que Xóchitl Gálvez (anterior candidata a la presidencia del bloque opositor), ya no goza de ningún apoyo por parte de los patrocinadores de esta corriente de pensamiento, que la impulsó en un principio a buscar la máxima magistratura del Estado.
Por el contrario, ahora la exsenadora realiza esfuerzos para impulsar la creación de un nuevo partido político. Por cierto, siguiendo los pasos de su adversario político López Obrador, quien en su momento tuvo que dejar al PRD para crear Morena.
Regresando a la carencia de figuras representativas de los grupos contrarios a Morena, es que se puede entender la reciente exposición de un ex presidente mexicano, que sirve ahora como terrorista de la palabra. Se trata de Ernesto Zedillo, quien entiende al poder desde la óptica del régimen de partido dominante que le tocó vivir.
En sus cada vez más frecuentes visitas al territorio nacional, el académico de Yale, ha realizado declaraciones incendiarias. En esta ocasión en el foro Perspectivas Económicas 2025 que organiza el ITAM, Zedillo aseguró que México se encuentra en una transición de una democracia liberal a un “Estado policial sin democracia”.
Y enfatizó, “el problema esencial del país son la serie de reformas constitucionales aprobadas por Morena, iniciativas que están modificando radicalmente la naturaleza de la República. México ha perdido la categoría de ser un país democrático. Los ciudadanos no votaron por destruir la democracia, no se les preguntó si estaban de acuerdo; los ciudadanos fueron para escoger a nuestros nuevos representantes en un país democrático”, sostuvo.
No se detuvo ahí. Zedillo verbalizó la que ha sido la principal tesis de la oposición: “No necesitamos un país donde el poder real lo ejerza un caudillo instalado en la oficina anexa de la Presidencia”. La declaración es una clara alusión a lo que el ex presidente percibe como una dependencia política de la actual mandataria, Claudia Sheinbaum, respecto a la influencia de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador.
Más allá de debatir esas argumentaciones, lo que es de llamar la atención es el interés que tiene Zedillo en la política interna del país. Ese fervor por los asuntos públicos no se le vio en la administración de Fox, Calderón ni Peña.
Es por eso que llama la atención lo reconfiguración cívica de quien es recordado por el caso FOBAPROA, la desintegración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1994 con su reforma al Poder Judicial, la matanza de Acteal y otros latrocinios propios de la etapa dominante del PRI.
Vaya crisis de referentes que tienen en el bloque opositor a morena para poner a prueba las declaraciones de Zedillo y medir su impacto en la sociedad. No es este el primer experimento que se hace desde esa trinchera. Ya existe otra voz más excéntrica que está pensando en la próxima candidatura a la presidencia. Se trata de Ricardo Salinas Pliego, que desde el lado más banal de la abundancia pretende incursionar en la política electoral en 2030