Todos hemos crecido escuchando y viendo cuentos de hadas. En la infancia estos cuentos cumplen la función de estimular la imaginación y creatividad. Sin embargo, también cumplen la función de mostrar los modelos de comportamiento. En cuanto a esta función, cobra principal importancia entonces el cómo es que estos modelos los vamos aprendiendo de los cuentos.
Principalmente los cuentos de hadas tradicionales (Cenicienta, Bella durmiente, Caperucita, Etc.) tienen mucha carga de género; es decir hacen hincapié en el rol de género. Lo que deben hacer las mujeres y lo que deben hacer los hombres. Generalmente muestran a mujeres que sufren y que debido a su abnegación, obediencia y paciencia, reciben una recompensa: Ser felices.
Esta idea, aunque no tan evidente; se va interiorizando en las niñas desde muy temprana edad, y crecen con la idea del príncipe azul que las rescata. Y tal vez hasta lleguen a crear algún tipo de obsesión por que su cuento de hadas de haga realidad.
Otra característica, es el poder del hombre. Parece ser que un príncipe azul sólo con mostrar fuerza y galantería es capaz de resolver la desgracia que al reino o a la princesa aquejan.
Esta cuestión de género tiene que ver directamente en la época en la que la mayoría de los cuentos se han escrito. Y es que cuando la mayoría de estos cuentos fueron escritos la sociedad vivía en el puritanismo y la represión. En épocas en donde los roles sexuales estaban perfectamente delimitados para hombres y mujeres y era una afrenta el traspasarlos.
La época de aquellos cuentos también exigía el control social; y ya que no se podían abrir al público ciertos temas como la sexualidad; era en forma de estos cuentos que trataban de inducir a las mujeres al recato y la abstinencia.
De tal forma que, en su tiempo de origen, los cuentos de hadas sirvieron para educar moralmente a la sociedad con el mensaje: “Pórtate bien para que te pasen cosas buenas; de lo contrario no serás feliz”.
En épocas modernas el famoso Walt Disney, recreo estas historias en dibujos animados y ha tenido un éxito millonario. Ya que sin perder la función moralista, le dio el toque infantil que a infantes y adultos gusta.
La cuestión con estas películas y cuentos, no es que sea malo verlos y reproducirlos a nuevas generaciones. La cuestión es que la introyección de estos ideales pueden formar obsesiones y frustraciones; así que para contrarrestar este efecto siempre será conveniente hablar a los menores sobre la fantasía que es, y mostrarles y hablarles de realidades que a su edad puedan comprender. Y poco a poco disfrutar y analizar de estas historias.
Tomar estos cuentos de hadas como una forma de crear valores, sí. Pero no crear la idea que las situaciones que nos presentan son una realidad.
Disfrutar de la fantasía y de la realidad.