Si algo hemos ganado las personas en México, es el hecho de adueñarnos de las instituciones que son de todos, de hacer de las instituciones un lugar de la sociedad y de las personas.
Las instituciones deben dejar de ser vistas como un espacio inalcanzable y convertirse en nuestras instituciones, en la casa de las personas, puesto que al final pertenecen al Estado, que somos todos y el gobierno no es más que una representación del pueblo mismo.
En consecuencia, no podemos hablar de un Estado Democrático de Derecho, si las instituciones pertenecientes al mismo, no se han democratizado y por ello no se han aabierto a nuestra sociedad.
Por tanto, debemos de preguntarnos cuántas instituciones se han democratizado. Solo es democrática aquella en la cual nos sentimos aceptados y consideramos no solamente que formamos parte de la misma, sino que somos recibidos y podemos ser partícipes de la misma.
Sin embargo, no son pocas sino contadas aquellas instituciones donde las personas podemos considerarlas como democráticas, como nuestras. Iniciando con el acceso a las mismas, donde las personas son tratadas de forma déspota, donde no se les orienta, se les cuestiona, se les impide la entrada, se les niegan sus derechos.
En tal sentido, una institución que ni siquiera se preocupa por sus usuarios, no puede ser considerada como democrática y tampoco puede ser reconocida por la propia sociedad, que sin duda la reprobará.
En consecuencia, las y los servidores públicos deben de actuar conforme a un sentido democrático, garantizando no solo la participación sino propiciando la apertura de las instituciones de forma reiterada, con la finalidad de que los espacios públicos puedan ser conquistados por completo por la ciudadanía.
Por tanto, como sociedad se debe exigir que las instituciones en sus edificios, en sus actuaciones y comportamiento sean más transparentes, democráticos y empáticos hacia la sociedad y solo así, lograremos conquistar a las instituciones que son de nuestra población.
juanfer_lm@jfg