Mucho se habla del proyecto de transformación de la vida pública en Hidalgo, pero más allá del esquema de combate a la corrupción, la transparencia y la rendición de cuentas, no se puede construir un proyecto político comprometido con el combate a la desigualdad sin una revisión profunda del modelo económico.
Esto pasa necesariamente por mejorar el clima de negocios para atraer más inversión y elevar la competitividad, aprovechando la ubicación estratégica del estado en la Zona Metropolitana del Valle de México, la principal región económica y social del país y uno de los centros urbanos más grandes y de mayor crecimiento en el mundo.
La posible llegada de inversiones como la de Tesla y DHL al estado, abre ciertamente la posibilidad de crear oportunidades de generación de riqueza, empleos y una mayor oferta de servicios de educación y salud, que se concentran en el sur de la entidad: Zapotlán, Tizayuca, Tepeji del Rio.
Sin embargo, es necesario, hartamente necesario, que también las vías de desarrollo crucen por las zonas más marginadas de la entidad, que están marcadas por los flagelos que traen consigo la pobreza: falta de oportunidades de educación, deficiencia en los servicios de salud, desnutrición en las niñas y los niños, falta de infraestructura educativa o pésimas vías de comunicación.
Todo esto tiene en común la falta de compromiso por acercar el crecimiento durante décadas a estas zonas, y en mucho se debe por supuesto a la falta de caminos, carreteras, que acerquen las diversas zonas del estado y construyan vasos comunicantes de desarrollo regional.
Resulta paradójico creer, por ejemplo, que en el año 2023 en Tlahuiltepa no haya un camino de acceso a la cabecera municipal, ni cajeros automáticos, ni gasolinerías, con todas las implicaciones que ello tiene en la vida de una comunidad, y lo que implica para crear oportunidades de desarrollo.
Todas las inversiones que lleguen a Hidalgo son excelentes, pero no se debe olvidar la posibilidad de crear un proyecto transformador para todos