Por Arturo Hernández Cordero

La semana pasada resultó en un perder/perder para la izquierda en América Latina. Dos de las figuras más importantes del foro de Sao Paulo, la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner y el expresidente peruano Pedro Castillo, sufrieron dos reveses de gran magnitud que han culminado de golpe con sus respectivas carreras políticas.
En el caso de Cristina Fernández, ha sido condenada a seis años de prisión e inhabilitada para ejercer cargos públicos de por vida tras los múltiples casos de corrupción que se le imputan desde hace más de media década. Por su parte, el ahora expresidente Castillo intentó fallidamente declarar un estado de excepción y disolver al congreso peruano de forma inconstitucional, motivo por el cual fue cesado de sus funciones por el mismo congreso y se le impuso una detención policial. La magistrada Dina Boluarte fue designada como presidenta de Perú (la primer mujer en ostentar el cargo).
Como era de esperarse, los líderes de la izquierda en la región, salieron a protestar por ambos hechos y a externar su apoyo a los exmandatarios sudamericanos. El presidente López Obrador no ha reconocido incluso ofreció asilo político a Pedro Castillo, generando una crisis diplomática con el país andino.
Si bien, tanto en Argentina como en Perú se han llevado acabo manifestaciones en apoyo de los exmandatarios, lo cierto es que son poco objetables las acusaciones en contra de Cristina Fernández y Pedro Castillo. La corrupción, el autoritarismo y el irrespeto a las instituciones con los que ambas figuras políticas se han conducido desde hace tiempo han sido señalados reiteradamente por la mayor parte de las poblaciones de sus respectivos países, pero eran protegidos por el enorme aparato gubernamental de la izquierda.
Tras los sucesos ocurridos en Sudamerica la semana pasada, muchos se preguntan si es posible cesar a AMLO de la misma forma en que fue cesado Castillo, y lo cierto es que no; las características del presidencialismo mexicano no lo permiten, no obstante el sistema de contrapesos en México tiene un equilibrio mayor que en el resto de los países de Latinoamérica

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