Uno de los casos más escuchados últimamente, es aquel de la detención de dos presuntos narcotraficantes que se entregaron en Estados Unidos. Persiste la denuncia de una supuesta privación ilegal de la libertad, para que los pudieran trasladar a nuestro país vecino.
En realidad, aquello que parece más relevante es esta acusación, puesto que lejos de ser o no ser condenados o no, es verdaderamente trascendente la existencia de una injerencia en nuestro territorio para una detención.
En primer punto, no existe una certeza de cómo ocurrió el hecho, lo cual es grave puesto que, quien debe de otorgar certeza a sus ciudadanos y a los habitantes de un país, es el propio gobierno y en el caso específico, es el mismo ente que carece de información.
En segundo punto, la desconfianza en la posibilidad no solo de una intromisión sino de cualquier agente externo a la soberanía nacional que es considerado como un ataque y violación, puesto que fue dentro de nuestro propio territorio.
Lo anterior no implica que quienes hoy se encuentran bajo custodia norteamericana, sean o no
Culpables, sino el papel de nuestro país ante esta grave situación y la corresponsabilidad internacional.
En tal sentido, dos naciones se tienen respeto mutuo y cuando no solo intercambian información, sino que en la aplicación de su norma de manera cordial y cortes bajo las reglas básicas de diplomacia predominan, todo se vuelve armonioso. En caso contrario, las dudas ensombrecen la diplomacia.
No obstante, en un caso como el actual, es impensable que ante el ingreso de una aeronave de manera ilegal a un suelo extranjero no se haya dado aviso de inmediato a nuestra nación, para hacer de su conocimiento los hechos que ocurrían.
Máxime que los dos países somos aliados y tenemos una agenda en común, por la seguridad en diversos temas como lo es el narcotráfico y la delincuencia organizada. Entonces, sea cual fuera la explicación, si existió como mínimo un ataque a la soberanía nacional.
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