El 12 de julio se conmemoró el Día del Abogado y sin duda esta columna debe ser dedicada a todos quienes nos dedicamos de manera directa o indirecta al derecho, sea como docentes, postulantes, impartidores de justicia, administrador de justicia, notarios o de cualquier otra índole jurídico.
Me parece que la conmemoración del Día del Abogado, debe de ser para reflexionar donde nos encontramos como Estado y hacia dónde debemos de dirigirnos en cuanto a la impartición de justicia.
En primer punto, es necesario reconocer la labor de los abogados sin duda, la crítica hacia quienes nos dedicamos a esta noble profesión, siempre ha sido dura y no es una cuestión extraña ni difícil de comprender, puesto que la tarea del abogado, es defender aquellas causas que son acusadas por el Estado e incluso por la sociedad.
En tal sentido, si nos preguntamos de la necesidad del abogado en nuestro mundo, será la de garantizar derechos, de luchar en beneficio de las personas aun cuando la sociedad y el propio Estado, no les cree.
Cuando un abogado deje de defender un caso por las propias presiones de la sociedad, estoy seguro de que se habrá perdido por completo la fe en la justicia, si aun esa persona continua a pie de lucha se puede ganar aun el caso más imposible.
No debemos de olvidar las luchas que hoy consideramos no solo como aceptadas, sino como irrisorio estar en su contra que en algún momento fueron perseguidos y atacados, y fueron esos abogados y abogadas, quienes se enfrentaron a un sistema de represión y en gran medida, fueron perseguidos y continuaron luchando hasta lograr hoy, sentencias que han dado pie a las grandes victorias y jurisprudencias que tenemos.
El sueño de un mundo en paz, es lograr que las luchas se puedan pelear y ganar en los tribunales; que las necesidades sean escuchadas y resueltas de forma justa, en las salas de juicio y solo a través de los abogados, será posible.
juanfer_lm@jfg