Para los comerciantes en general, los primeros 40 días del año han sido muy complicados debido al cierre de negocios no esenciales, derivado de los altos índices de contagios por coronavirus; sin embargo, para las personas que presentan alguna discapacidad, es aún más difícil salir adelante, sobre todo cuando tienen que mantener a una familia.
Tales son los casos de Ignacio y Jerónimo, ambos aseadores de calzado, quienes utilizan una silla de ruedas y una muleta, respectivamente, para desplazarse.
El primero, expresó que no cesa en su intento por llevar dinero a su casa y anuncia sus servicios en redes sociales y va a domicilio a lustrar zapatos.
“Hay que entender que estamos en pandemia, pero también el gobierno debe darnos prioridad a quienes tenemos alguna limitación física porque vamos al día. Esta es la peor crisis que hemos enfrentado durante la contingencia, ya son tres veces que cierran el jardín, pero ahora la situación está peor porque el número de contagios es mayor”.
Este aseador de calzado, dijo también que afortunadamente ni él ni su familia se han enfermado de Covid-19, pero el temor, al igual que el de muchas personas, es adquirir un contagio.
En La Floresta, existen alrededor de 80 boleros, quienes tienen sus propios cajones. “Sabemos que nos exponemos, tenemos que cuidarnos, pero qué vamos a comer si no trabajamos”, concluyó el entrevistado.
En diferentes sectores, principalmente en el primer cuadro y centro de Tulancingo, se pueden encontrar personas con piernas o brazos amputados, ciegos o con alguna otra discapacidad, que viven de las dádivas de la gente. No tienen un ingreso fijo, además de ser vulnerables a contagios por Covid-19, en su mayoría no utilizan cubrebocas y la sana distancia pasa desapercibida para ellos.
Sobre este tema, el DIF municipal reconoció que, por el momento, no tiene censo alguno de cuántas personas se encuentran impedidas físicamente para laborar, pero han apoyado con despensas a alrededor de 18 personas discapacitados