Lo más divertido de vivir en Europa, es que puedes viajar fácilmente a donde quieras, cuando quieras y como quieras. Y por ejemplo, si tienes antojo de un “gelato” o pasta, puedes simplemente ir a la estación más cercana, comprar un boleto y disfrutarlos en la “Bella Italia”; o mejor aún, ahorrar tiempo y con el uso de la tecnología, adquirirlo desde casa.
Referente a esto, desplazarse por la Unión Europea es sencillo. Las parejas o los grupos de amigos organizan sus viajes que, si no son en fechas vacacionales, las planean en salidas cortas de fines de semana o en sus días festivos.
Y es que se puede llegar casi a cualquier destino en tren o autobús, además de contar con los vuelos en las aerolíneas de bajo costo.
Por cierto, recuerdo que durante mi intercambio universitario en España, checar los vuelos de las aerolíneas de bajo costo, era el deporte favorito de algunas de mis amigas. Conocíamos muy bien los días específicos de las ofertas y llegamos a encontrar vuelos de hasta un euro; casi tan barato como viajar de Tulancingo a Cuautepec.
Ahora bien, si retomamos a Italia y los antojos sobre su gastronomía, es justo en esta época dónde la gente viaja más hacia este destino. Personalmente, solo en una ocasión he visitado este país, y mi aventura inició en la ciudad parisina.
Nos desplazamos en avión hacia el noreste de Italia a la ciudad de Treviso y desde la llegada, todo fue mágico. ¡Los italianos son encantadores! Nos recogieron en el aeropuerto, dónde hubo abrazos y lágrimas de emoción, y después de la calurosa bienvenida, fuimos a la casa de la amiga para convivir con la familia.
Posteriormente, fuimos de paseo por la ciudad, dónde caminamos por los coloridos callejones, disfrutamos de la gente, observamos su manera de expresarse con las manos y por supuesto degustamos gelato. No había necesidad de más.
En la visita, unos de los lugares que más me sorprendieron, fue el supermercado. Entrando al sitio yo quedé maravillada. En primer lugar, porque todo estaba rodeado de queso “mozzarella”, había bolas de queso en venta de hasta 3 kilogramos por menos de cinco euros. Quería comprar todas. También había mucho vino, pues la zona es popular por el “Prosseco”, y todo era barato; aunque siendo sinceros, todo suele ser más barato que la ciudad de París.
La amiga anfitriona era argentina, por lo que la carne asada no pudo faltar.
Dos días después nos desplazamos hacia la ciudad de Venecia, en tren. Recorrimos los callejones, comimos pizza, pero ¡Dios… que pizza!, y visitamos las diferentes plazas y sitos turísticos. Tomamos muchas fotografías, y aunque no rentamos góndola, sí aprovechamos de los buenos sitios junto a los canales de esta ciudad, construida sobre el agua.
En la última noche hizo mucho frío, pero eso no impidió que saliéramos a disfrutar de la ciudad. En realidad, el clima nunca es un impedimento, siempre se puede hacer más. Para la cena, escogimos un pequeño restaurante en el centro, encantador como los italianos mismos, y evidentemente degustamos pasta. No puedo describir el sabor tan exquisito de esa pasta, de lo mejor que he comido en mi vida.
Y aquí viene una de mis frases favoritas: “nunca es suficiente parmesano en una pasta”, así como nunca son suficientes los viajes para una persona. Es por eso que de repente pareciera que avanzamos rápido, pero en realidad vamos disfrutando de poco a poco. Ciao Italia!