El derecho a la educación es más complejo que la simple existencia de las escuelas y lugares donde las personas puedan aprender, puesto que depende de quienes día a día, realizan la noble labor de enseñar.
Maestras y maestros que con su esfuerzo cotidiano, no solamente instruyen a nuestra juventud, sino que les despiertan la pasión por el aprendizaje, lo que orienta a los estudiantes y los guía hacia el conocimiento.
En tal sentido, el derecho a la educación se extiende más allá del lugar denominado escuela, puesto que implica la calidad de las y los docentes, quienes tienen una de las mayores obligaciones que es que la información no solamente sea verídica, sino imparcial y que su ejemplo y profesionalismo sean una guía para las y los estudiantes.
Por tanto, no solo el Estado sino las y los maestros, son los principales garantes de una verdadera educación de calidad, la cual solamente se logra cuando el contenido es idóneo, los planes de estudios son apropiados y la forma de transmitir dicha información, es la adecuada.
Pensar que ello se puede lograr sin el aporte de las y los maestros, sería no solo insensato sino un absurdo.
En consecuencia, me parece que como sociedad y Estado tenemos una obligación aun mayor hacia el cuerpo docente, puesto que la exigencia hacia los mismos, es muy alta y la retribución históricamente no ha alcanzado la expectativa, no solamente en el salario sino en las cargas laborales, puesto que por cada hora de clase, es seguro que un docente invierta por lo menos otra previa o posterior a la misma.
Conforme el apoyo y aporte del Estado hacia los maestros sea mayor, los resultados esperados en las escuelas, será superior puesto que su gran labor ha dado frutos y no dudo que cada generación avance en el país que todos esperamos.
juanfer_lm@jfg