El conflicto que se mantiene en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), que lleva cerca de dos meses, es un buen ejemplo para ilustrar la falta de condiciones y voluntad cuando el objetivo principal de sentarse en una mesa, es no ceder en nada.
Habría que cuestionar a las autoridades universitarias sobre lo que esperan de los acercamientos con estudiantes, que han pedido por diversas formas, un canal de diálogo con quienes toman decisiones en la máxima casa de estudios.
Lo anterior quedó en evidencia cuando en el primer ejercicio para resolver el conflicto, una de las partes pidió una disculpa pública por lo que han catalogado como el 19S. Una fecha donde los estudiantes trataron de hablar con el rector y fueron recibidos por grupos de choque.
Lo que recibieron a cambio los estudiantes en paro, fue una evasiva. Una vez más la cerrazón del rector, quien le pareció inoportuno aceptar que como máxima autoridad lo menos era “pedir una disculpa” por lo ocurrido unas semanas atrás.
De hecho, el planteamiento hubiera sido un buen gesto para dar fluidez a una mesa de diálogo, donde las partes estaban iniciando con ánimo un ejercicio de mediación en el conflicto que ahora se encuentra empantanado.
A lo anterior vienen a sumarse otros elementos. En esta semana algunos estudiantes han manifestado que levantarán el paro para regresar a las actividades cotidianas y con ello, no perder el semestre en curso.
Aquello no implica claudicar en sus demandas. Solo representa una voluntad por recomponer el camino y dejar claro, que el objetivo principal es destrabar una dinámica que parece no avanzar en la resolución.
Bajo este esquema, las autoridades universitarias están muy claras en la estrategia. A ellos, les “conviene” alargar el conflicto porque los estudiantes se van a cansar de mantener un paro sin recursos económicos y materiales.
Los débiles de la ecuación, por tanto, son los jóvenes que se han mantenido en una postura al diálogo con la condición que se realicen algunas destituciones pasando por la del rector. Nada de eso puede ocurrir sin que previamente se acepte por parte de las autoridades su falta de compromiso al diálogo y a los acuerdos.
Por esta circunstancia, lo que parece estar sucediendo es un juego de las sillas. Donde el más descuidado perderá algún espacio y por tanto tendrá que salir del juego.
Los inconformes están en su papel de pedir lo que les parece justo para su causa. Pero también tienen que entender que su tiempo se acaba. Ningún conflicto de esta naturaleza puede durar por mucho tiempo.
Las autoridades, por su parte, saben que el tiempo les favorece. Cada día son más los que reclaman regresar a las actividades normales para seguir con sus estudios y que los calendarios escolares no les jueguen en contra.
Por tanto, más que negociación lo que tenemos ahora es una dinámica de resistencias. Donde no solo el más fuerte resiste, sino que el más calculador puede sacar lo mejor de sí para ganar la batalla final.