El Papa ha muerto ante la tristeza de millones de católicos, que esperamos el nombramiento de un nuevo guía espiritual, en un proceso ancestral que garantiza la continuidad de una institución eclesiástica de millones de personas.
El gobierno del Estado Vaticano, hoy pasa a manos del Camarlengo, quien es el encargo de los trámites administrativos hasta en tanto sea nombrado un nuevo pontífice encomendado para dirigir a la Iglesia misma.
Del mismo modo, se inicia el funeral del Papa Francisco, previo al inicio del Cónclave, que será el momento idóneo para la elección del nuevo pontífice.
El Cónclave, es la institución mediante la cual los cardenales menores de 80 años, se encierran en la Capilla Sixtina, bajo secreto, para poder decidir quién será el nuevo líder eclesiástico.
Si bien existen diversas especulaciones respecto de quienes son los preferidos para el encargo, lo cierto es que no existe ningún tipo de sustento para considerarlos como tales, puesto que el Cónclave es no solo en secreto, sino reflexivo con el objetivo de nombrar el mejor prospecto para la Iglesia.
Las posiciones de cada candidato no solo son ideológicas sino teleológicas e incluso políticas. La discusión para establecer al nuevo pontífice, implicarán la postura que conlleve un cambio de la visión de la Iglesia Católica durante el próximo pontificado.
Desde un punto de vista de política internacional, la decisión también marcará un momento decisivo en cuanto a los movimientos geopolíticos, puesto que una persona que es líder de millones de creyentes en el mundo, tiene una decisión sumamente importante en cuanto aporte a ideologías, más o menos liberales o incluso si está de acuerdo con una actuación más o menos protagónica en un mundo globalizado.
En ese mismo sentido, al ser una figura esencial en el panorama internacional, será fundamental su criterio en el nuevo panorama que se plantea ante un reacomodo mundial.
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