Hace unos días, por accidente, fui testigo involuntario de una plática entre dos connotados priístas sentados en la mesa contigua de un restaurante. Utilizando parábolas propias del lenguaje político, se entusiasmaron en realizar escenarios a futuro, bajo un sencillo postulado.

La idea principal era desglosar con lujo de detalles, las conveniencias e inconveniencias de los posibles perfiles para suceder al actual gobernador Omar Fayad. Dentro de sus esquemas retumbaban enunciados como: al presidente municipal de aquel lugar lo trae Carolina, a este otro lo trae Israel, aquel anda con Morena, este otro anda huérfano, etc.

Esas elucubraciones llaman mucha la atención. En particular porque habría que encontrar el sentido de la frase “lo trae”. Según se puede deducir se trata de una especie de acto de fe para apostar el capital político a favor o en contra de alguien.

No obstante, las categorías resultan pedantes. Los compromisos políticos, preferencias o liderazgos no obedecen esos caprichos. Por el contrario, en la coyuntura actual es difícil que una persona sea portavoz se miles de voluntades. No se trata de hablar como si el tablero político se redujera a piezas que se pueden mover, cambiar, empeñar, perder o ganar.

En el fondo se trata de dar un trato de adultos a todos. De crear ciudadanos no clientelas. En ese tenor, los vecinos del desayuno pierden el tiempo en armar una estrategia política bajo esos elementos porque por fortuna ahora nadie es dueño del otro.

Quizá esa falta de prudencia fue el motivo por el cual ese instituto político fue perdiendo gradualmente su peso electoral. Porque muchos se sintieron dueños de un capital político ficticio que se fue difuminando con el tiempo.

Al final, lo más prudente sería cambiar la manera de expresarse. Ya no se pueden asignar aquellas categorías de clasificación. Lo mejor para construir proyectos políticos es trabajar desde abajo, cercanía a la gente, con definición de ideas y convicción democrática. Pero aquello de ponerle dueño a las demarcaciones o regiones es algo que nadie en su sano juicio debería de hacer y menos debería de creer.

Esa charla informal que refiero se reproduce al parecer en los pasillos del poder. Y eso ocurre porque desde ahora la figura antes liderazgo del gobernador parece difuminarse en el último tramo de su administración.

Como es natural, en el atardecer de su mandato el gobernador perfila a su sucesor para dar continuidad a su proyecto. Pero, al menos en apariencia, ese acomodo de piezas se está complicando. Porque hay dos vertientes enconadas en el propio PRI que no permite tener es este momento la anhelada unidad. 

Y recordemos que esa característica mantuvo con alfileres la disciplina partidista para ganar y ser un partido muy competitivo en algunas entidades.

De esta manera, la designación de candidato en aquel instituto mantiene en suspenso a muchos de los actores políticos locales. El pronóstico, sin embargo, no tendrá nada que ver con la cantidad de liderazgos locales o regionales que tenga uno u otro aspirante. La decisión, por el contrario vendrá de la cúpula partidista como ha sido siempre. La duda sin embargo, radica en el comportamiento que tendrá el grupo político que haya quedado al margen de tal decisión. 

2010_enrique

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