Hace unos días en la ciudad de Tulancingo, un incidente de tránsito terminó en tragedia cuando una persona decidió sacar un arma y disparar contra una niña y un mayor. La menor perdió la vida y el adulto se encuentra hospitalizado.

Estos hechos ponen de manifiesto lo alterado que se encuentra el ambiente social en el país. Ahora, resulta cotidiano que un individuo conduzca en la calle con un arma de fuego y que por una cosa (aparentemente sin importancia), sea capaz de quitarle la vida a una niña.

Seguramente alguna condición mal sana tiene el presunto vinculado a proceso para reaccionar de esa manera a una minucia vial. Y aunque por ningún motivo se puede justificar una reacción de aquella magnitud, el problema puede tener una implicación colectiva.

Aunque las grandes ciudades acumulan grandes problemas, es muy difícil entender estos hechos al interior del estado de Hidalgo. Hasta hace poco, se decía con presunción que temas similares se veían en otros lugares pero que ciudades como Tulancingo no ocurría nada.

La paz social era un sello de las provincias donde todos se conocen, las buenas costumbres, la camaradería y solidaridad (trabajo de faena, fiestas patronales, entre otras) propiciaban un ambiente fraterno y de comunidad.

Ahora, por el contrario, las ciudades se han convertido en fuentes de violencia. Ya es común encontrar problemas de feminicidios, violaciones, desapariciones y otros delitos en lugares donde antes reinaba la pasividad.

Aunado a lo anterior, ahora existe un incomprensible tributo a la violencia. Éste se manifiesta en la música, en las redes sociales, en la escuela y en otros lugares con cierta normalidad. De tal manera, que parecería normal algunas de estas actitudes.

Sobre el caso en particular, llamó la atención que la pareja del investigado por homicidio doloso calificado, en agravio de una niña de 7 años, así como el homicidio doloso calificado en grado de tentativa en agravio de una persona adulta, realizó algunas manifestaciones en redes sociales.

En su lógica, la mujer justifica el comportamiento de la persona que disparó el arma asegurando que el único que puede juzgar ese comportamiento es Dios lo que produjo nuevas reacciones en la ciudad de las antenas.

Estos arranques han generado reacciones inéditas. Por ejemplo, muestras de desaprobación que inclusive llaman a otras formas de violencia (verbal y física) contra el responsable y su pareja. Tal parece que el fantasma del linchamiento es muy fácil de emular cuando la turba esta desbordada.

Sea lo que sea, lo que debemos de hacer como sociedad es exigir justicia para el señalado y crear conciencia de que los problemas viales y otras situaciones de esa índole no se pueden dirimir a balazos.

No se puede normalizar la violencia en lugares donde imperó la tranquilidad por décadas. Hay que vigilar que el proceso judicial sea claro y expedito. Y por otro lado, generar las condiciones para que estas cosas no vuelvan a ocurrir.

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