Dentro del paradigma moderno de la administración pública, está contemplado un esquema de asistencia social. Es decir, un área de gobierno que tenga como función el apoyo a grupos en situación de vulnerabilidad.
Por lo común, los estímulos se concentran en las infancias, adultos mayores, personas con discapacidad, entre otros. Las ayudas se contemplan en el presupuesto, pero también en su propia estructura, están contempladas otras actividades en donde particulares pueden hacer donaciones específicas libres de impuestos.
Lo anterior viene a cuenta porque los sistemas DIF (Desarrollo Integral de la Familia), son cada vez más especializados. Atienden a sectores amplios y gracias a su instrumentación procuran alimentación, atienden refugios para personas en situación de calle, brinda asesoría legal y psicológica, por mencionar algunos.
De tal manera que esas actividades han creado cuadros burocráticos, que con el tiempo se han especializado. La desventaja en estos escenarios, es que en cada cambio de gobierno aquellos cuadros se renuevan dejando en el camino el conocimiento adquirido en varios años.
Más allá de las vicisitudes propias de la administración pública, lo cierto es que ahora es difícil encontrar instituciones como el DIF, que solo sean de aparador. Esto no quiere decir que aquellas oficinas estén exentas de corrupción. Ese resulta muy difícil de extirpar por completo. Pero a la par es evidente la consolidación de profesionales en el rubro de la asistencia y otros más.
Con este preámbulo, es pertinente analizar lo que ocurrió ayer en el segundo informe de actividades de la Licenciada Edda Vite Ramos, presidenta del DIF en Hidalgo; donde en alguna parte del discurso, se hizo la siguiente reflexión, el nivel superior de las ayudas que se brindan es que algún día un niño que tuvo los beneficios antes citados, tenga la responsabilidad de dirigir esas oficinas.
El enunciado es válido si se considera que los apoyos deben estar encaminados a erradicar las desigualdades y no ser temporales o de ornato. En este particular, no estamos lejos de que ese día llegue pronto.
Mientras tanto, valdría la pena tomar muy en serio estos temas, porque la administración federal que acaba de concluir, tuvo dos aciertos que ayudaron mucho a cambiar la situación de pobreza de los mexicanos. Me refiero a los programas sociales y al aumento del salario mínimo.
Estas dos condiciones, fueron clave (tomando en cuenta otras circunstancias de la economía como remesas, tipo de cambio estable, inversión extranjera y disciplina fiscal), para que el país mantuviera la estabilidad en este rubro.
Por tanto, es muy importante cuidar las becas, apoyos, estímulos que vienen del gobierno. Aunque hay voces críticas que sostienen que estas acciones, solo forman ríos de personas acostumbradas a recibir en lugar de ser productivos.
Sin embargo, en las actuales circunstancias hay que “emparejar el piso” primero y pensar en otras estrategias después. Pero lo primordial es eliminar las brechas tan amplias, entre los que tienen todo y de los que tienen poco. Esa es la obligación mínima de un gobierno transformador.