Hace unos días el Instituto Nacional Electoral (INE) en una primera instancia y después el Tribunal Electoral (TEPJF) en definitiva, quitaron la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero por el partido Morena.
Más allá de la discusión jurídica, que deja un sabor amargo de boca por la magnitud de la medida si se considera el tamaño de la falta administrativa en cuestión, vale la pena encontrar las motivaciones políticas de la decisión.
Vale la pena decir que Félix Salgado, no representa la figura ideal de un candidato. Su estilo desmesurado, su apariencia desfachatada y los señalamientos que le hicieron dos mujeres por abuso sexual, lo hacen casi impresentable para competir por la gubernatura.
Sin embargo, un efecto peculiar lo sigue manteniendo a la cabeza de las preferencias electorales en Guerrero. Lo cual abona más elementos políticos a su desbancada como aspirante por el partido guinda.
En otras palabras, si Félix Salgado es tan repudiado por la opinión pública como parece ser según algunos medios de comunicación, valdría la pena cuestionar a la mayoría de las personas que en su estado mantienen una amplia preferencia por Morena (44.4% de intención del voto).
Es aquí cuando vale la pena hacer la primera diferencia sustantiva. El partido del presidente López Obrador tiene un voto duro muy significativo en aquella entidad. Más allá del candidato, lo que se mantiene, es una amplia simpatía por Morena como proyecto político.
Si este razonamiento es válido, se podría entender la decisión de mantener la candidatura de Félix Salgado hasta las últimas consecuencias, como fue el caso de su partido ante la presión social que ejercieron las feministas a nivel nacional.
Es decir, Morena se puede dar el privilegio de poner a cualquier candidato en esa entidad y de cualquier manera gana la elección. Pero, porque ese efecto no es generalizado en todo el territorio nacional. Es decir, otros candidatos de Morena como es el caso en Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, etc.; no gozan de ese bono electoral.
La cuestión quizá tiene que ver con la composición mayoritaria del electorado en aquellos estados. Es decir, se puede aventurar una hipótesis inicial que vaya en un sentido deductivo, a mayor vulnerabilidad de la población mayor voto por Morena.
Lo anterior se sostiene con alfileres, porque hay muchos casos de excepción. En este caso, la CDMX es un bastión morenista teniendo altos niveles de calidad de vida. En el mismo sentido se encuentra Baja California, Colima, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas, donde Morena goza de una considerable preferencia electoral, sin que esos estados se caractericen por tener población en condiciones de vulnerabilidad.
De tal manera, que el caso de Guerrero y Michoacán llaman poderosamente la atención. Al parecer, el partido en el gobierno aun teniendo una clara preferencia, peca de soberbia al designar candidatos que podrían ser cuestionados.
Ese partido se lleva una dura lección porque más allá de lo ocurrido en el INE y el TEPJF, más allá de fobias y filias, lo que parece que está mal de origen es el proceso interno de asignación de candidatos.
Morena, al igual que otros partidos, adolecen de mecanismos claros de asignación de candidaturas. Es claro que los tiempos políticos le juegan a favor. Pero deberán de aprender muy rápido que su líder moral (López Obrador) no debe ni puede decidir al interior de su instituto político como muchos de ellos quisieran.
@2010_enrique