En el contexto del presente proceso electoral en Hidalgo, los priístas han asumido una postura ambivalente, por decir lo menos. Resulta que muchos de ellos, se dejan retratar con la abanderada de su partido pero en el fondo están simulando.

Su presencia obedece a un viejo compromiso o quizá a un soplo de melancolía. Tratan de revivir aquella época, donde la sola presencia aseguraba un espacio en la administración, un mensaje de unidad, un imperio partidista indestructible.

Ahora, aquel espejismo se presta a la guasa. Muchos de los que aparecen sonrientes, están seguros que acuden a un funeral y lo peor, es que esa decadencia también se percibe en las imágenes que se comparten a través de redes sociales.

La pose fingida no alcanza para disimular la verdad. Aquella que se respira en las calles, en los hogares, en el trabajo donde es posible percatarse del fastidio de la gente. Se requiere un cambio y éste vendrá de la mano, con un nuevo proyecto de gobierno capaz de extirpar las viejas prácticas.

La paradoja también tiene boleto. Las imágenes compartidas sirven para realizar un sin número de comentarios. Los más recurrentes dan en el blanco ¿Y ahora fulano ya está apoyando a zutana? ¿Este personaje no era del PRI? ¿Qué no fue este político el que estaba señalado de robar mucho dinero?

Otras rebasan la esfera política ¿Ya viste que viejo esta aquel? ¿Cómo se atreve esta señora a sentarse al lado de aquella? ¿Yo sabía que aquel se odiaba con la candidata, no? ¿Pensé que fulano ya no vivía aquí?     

La desesperación es el común denominador de la estrategia priísta. Parece que están ávidos de recalcar que todos actuarán en bloque y que no cabe la división en este momento. Nada más equivocado. Las formas de siempre no alcanzan para revivir un partido que da sus últimos coletazos.  

Incluso, en sus imágenes que presentan como multitudinarias hay quienes prefieren esconder el rostro, pasar desapercibidos, no comprometerse.

Dicen que fue la inercia del momento: “yo no quería salir pero que puedo hacer”, “no me pude zafar” “salgo en la foto pero no voy a votar por ella”.

Sea cual sea el caso, lo cierto es que en estos momentos parece que la clase política hidalguense alimenta una pasarela, revive difuntos políticos, sobrevalora a los expertos de la operación política y los “pellizcos al presupuesto”. 

Muestra de todo lo anterior es que el sistema político local toca fondo. No hay en el horizonte (o quizá están en un segundo plano) los jóvenes que deberán de asumir el compromiso de gobernar con otra visión.

Esos tiempos ya no pueden esperar y los espacios tendrán que ser ocupados por aquellos que crecieron en un país donde fue posible la alternancia a nivel federal. Muy pronto, ellos serán protagonistas del mismo proceso a nivel local.

Ojalá que los futuros candidatos a gobernar Hidalgo inviertan el mismo tiempo que dedican a las fotografías para elaborar estrategias de gobierno y políticas públicas con sentido social que abonen al desarrollo del estado.

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