Pasa el tiempo y el partido del presidente López Obrador no termina de consolidarse. Esta agrupación política que pocos años después de su formación, ganó la presidencia y la mayoría legislativa en las dos cámaras, parece estancada en una crisis existencial.

Por principio de cuentas, hay dos tipos de morenistas: los puros (fundadores) y los que se sumaron después del 2018 con la efervescencia del tercer intento de López Obrador por llegar a la presidencia. Estas dos categorías conviven en el mismo instituto con el único ánimo de desconocerse.

Porque según los primeros ellos construyeron todo lo que hoy representa el partido. Lo vieron nacer primero como asociación y luego como movimiento. Con escasos recursos recorrieron el país y formaron lo que ahora es el partido guinda.

Los segundos, llegaron después, ya que la mesa estaba puesta, ya que los cimientos estaban sólidos y solo faltaba el un último empujón para hacerlo un partido con presencia nacional. Entre estos dos grupos, hay una brecha ideológica considerable y cada uno de ellos se piensa dueños de la verdad.

Estas diferencias se reflejan en los procesos internos del partido. Y una muestra se vivió recientemente en Hidalgo, donde el pasado domingo se venció el plazo para que los aspirantes a una candidatura a diputado local se inscribieran.

Nuevamente, Morena decidió llevar a cabo un proceso abierto donde quien sea pueda inscribirse en el proceso de selección de candidatos. Este mecanismo suena muy estimulante para fomentar la participación ciudadana, pero al final se traduce en una serie de conflictos internos de amplia magnitud.

Porque los fundadores se muestran recelosos de los que se inscriben, sin tener las suficientes cartas credenciales. Es decir, de aquellos que son morenistas de última generación. De los van llegando sin hacer los suficientes méritos.

En cambio, otros celebran que un partido político sea capaz de abrir tan amplio el abanico y permitir la participación de todo aquel que lo solicite.

Cualquiera de los dos escenarios debe de tener matices. Pero más allá de eso lo que produce el mecanismo es más fuego donde hay fuego. Es decir, es gasolina pura para los incendiarios escenarios donde lo que reina es la discrepancia.

Lo realmente interesante es que todavía la imagen del partido es favorable. En las estadísticas el Movimiento de Regeneración Nacional sale bien librado respecto de la opinión de las personas. Pero cuando se pone nombre y apellido a las opciones políticas que encabeza ese partido se sufre un deterioro en la imagen.

De tal suerte que hay una extraña configuración. El partido político se mantiene en la preferencia de las personas porque lo relacionan con el presidente. Pero cuando se trata de procesos locales donde el liderazgo de morena lo lleva otra persona se diluye su presencia e influencia.

Eso es lo que pasa en el estado de Hidalgo, donde hay tantas personas inscritas buscando una candidatura en Morena que es difícil distinguir una tendencia o compromiso con el partido. Más bien sobresale el interés de competir por el sello político más rentable de México.

Es una lástima que esa tendencia favorable no venga acompañada de los mejores liderazgos. Por el contrario, muchos actores políticos toman solo la plataforma de morena para buscas proyectos personales antes que ser portadores de la cuarta transformación. 

@2010_enrique

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