El llamado líder moral de la izquierda en México, es un luchador de mil batallas. Su nombre es sinónimo de las etapas más emblemáticas de la historia contemporánea. Fue hijo de un ícono de la revolución mexicana, una vez que ésta se institucionalizó (Lázaro Cárdenas); y fue también referente de la transición democrática iniciada en los ochenta.

No obstante, al cabo de los años, ese ahínco por cambiar el estatus quo, sufrió algunos cambios. Su ímpetu de candidato opositor a la presidencia de la república de 1988, se vio replicado en la creación del partido político de izquierda más importante hasta ese momento. Pero hoy queda poco de ese esfuerzo.

El ingeniero vaciló en los últimos tiempos. Fue recatado en el juicio cuando su partido (PRD), inició una serie de alianzas electorales con sus acérrimos adversarios políticos. Fue indiferente ante el triunfo de morena en 2018 y duro crítico del gobierno actual.

Su antiguo compañero, Andrés Manuel López Obrador, fue mesurado y durante mucho tiempo profesó lealtad ante el emblemático ingeniero, pero en los últimos días cambió, incluso se mostró iracundo. Dijo que no son tiempos de titubear en el diagrama político. O se está con el pueblo o con la oligarquía fueron las palabras del presidente.

El mensaje fue claro. El ingeniero ha quedado a deber al movimiento de transformación. Los antiguos correligionarios ya lo ubicaban cercano al bloque opositor por sus reiteradas críticas y su distancia combinada con indiferencia.

Hay otros elementos, uno de los asesores más influyentes en palacio es hijo del ingeniero. Me refiero a Lázaro Cárdenas Batel, quien fuera gobernador de Michoacán y artífice de varias faenas al interior del grupo selecto de López Obrador.

Vaya enredo tener al hijo como asesor estrella y al padre como adversario político. Por eso, el presidente decidió romper de tajo con la simulación. Le puso un ultimátum al ingeniero y éste muy pronto entendió el mensaje.

En un comunicado se desmarcó de una nueva corriente ideológica, que busca influir en la vida nacional y que tiene entre sus filas a detractores del llamado líder de la cuarta transformación. Ese capítulo quedará marcado como el momento en donde López Obrador, se impuso al referente más respetado de la izquierda mexicana.

También marca el ocaso de Cárdenas. Por varias razones el ex candidato a la presidencia, tendrá que buscar un retiro de la vida pública en los mejores términos. No es conveniente que manche una trayectoria emblemática de lucha contra el régimen político del siglo XX.

Su mezquindad podrá entenderse. El personaje tendrá sus motivos para estar distante del primer gobierno de izquierda que tiene el poder. Pero lo que no se puede entender, es el coqueteo con sectores conservadores y retrógradas. Mismo que él combatió hace años.

Creo que un referente cercano podría ser Porfirio Muñoz Ledo, quien, de ser protagonista de la oposición, se convirtió en una rara caricatura del poder. Sus ambiciones lo llevaron a varios espacios y no supo ponderar el momento de su retiro político.

En el ocaso de su trayectoria lanzó lodo contra todo y contra todos. Tuvo alguna atención de los medios y muy pronto se disipó su berrinche. Sus partidarios se quedaron con un amargo sabor de boca por su penoso final. Ojalá que el ingeniero no se convierta en un segundo caso de ignominia.

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