La región de Tula en el estado de Hidalgo, vive una contingencia derivada del desbordamiento de varios canales de agua negra, que desbordan en el rio de aquella zona y que llega hasta el valle del mezquital. Es decir, este afluente cruza buena parte del territorio estatal.

Cabe mencionar que dicho flujo es parte medular del sector productivo en aquel territorio, que depende de la agricultura. Es decir, aunque el agua que corre no es de consumo humano, se utiliza para el riego de diversos productos entre los que destaca la cebada.

Pues esa actividad pasa actualmente por un complicado momento, al acumular una buena cantidad de líquido provocado por las lluvias lo que trajo como consecuencia el desbordamiento de dichos canales que confluyen en el citado río.

La tragedia que tiene su origen en un factor natural (la acumulación de agua por la temporada de lluvias), también tiene un factor humano que la magnifica. Me refiero, en particular, con la cantidad de asentamientos humanos irregulares que se encuentran en las orillas de estos causes.

También hay una cuota de corrupción con los ayuntamientos, que son responsables de regular el uso del suelo. Ahí hay un redituable negocio en donde las autoridades no son ajenas. La cuestión es cambiar la categoría de zona de riesgo a uso de suelo habitacional. Con ese sencillo trámite, algunos vivales encuentran una mina de oro. Porque sus terrenos multiplican su plusvalía al dar paso a las avariciosas unidades habitacionales que con frecuencia se inundan, carecen de servicios básicos, no contemplan áreas verdes, en fin.

Bajo este esquema, las tragedias naturales se multiplican. Porque la mano del hombre contribuye a generar lugares peligrosos para darles paso a los negocios particulares. Mención aparte merece la construcción de un hospital a las orillas de un río.

Alguna persona –nada brillante– pensó que nunca se desbordaría el río anegando las instalaciones de un nosocomio, que por norma tiene que estar sanitizadas.

Dentro de la negligencia, también hay una cuota que apunta a las personas que dejan basura en las calles, que avientan de todo a los ríos, que se asientan sin permiso de las autoridades en peñas, barrancas y espacios, que desafían a los aventureros.

Todos ellos, son factor para que el agua arrebate parejo y sin consideración.

El otro factor que interviene, es la carencia de un equipo de protección civil en los municipios. Ese sector está prácticamente olvidado en los ayuntamientos. Cuando se tiene personal, éste carece de capacitación y equipamiento. De tal suerte que sus esfuerzos son loables, pero casi siempre insuficientes.

Por último, es menester de las instituciones del estado (Comisión Nacional del Agua, Sistema Meteorológico Nacional y otras), tener la coordinación entre los diferentes órdenes de gobierno. Porque resulta que su trabajo carece de una línea eficiente para informar a tiempo, de los posibles riesgos en un determinado punto.

Lo que ocurrió en la región de Tula, no se puede prevenir. El calentamiento global está potencializando los fenómenos naturales, pero lo que si podemos hacer es tener una conciencia clara de los riesgos y poner lo que está de nuestro lado, para evitar que situaciones nos rebasen.

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