El día de ayer falleció la reina Isabel II de Inglaterra dejando atrás una larga vida de 96 años donde ocurrieron grandes cambios en el mundo. A su majestad, le tocaron dos guerras mundiales y el paso por un sinfín de fenómenos sociales, que tuvieron que ser procesados por un sistema monárquico que en general se mantuvo sin cambios.
Lo anecdótico del caso es que los encargados de anunciar el descenso de la que fuera la reina más poderosa de Europa, utilizaron una red social (twiter) para informar del triste acontecimiento. Un medio, por cierto, que ni siquiera era posible imaginar en el siglo XX.
Y en cierta medida, así se recordará la trayectoria política de la reina. Trascendiendo hechos históricos, teniendo posiciones endebles a los grandes cambios, reduciendo su influencia en el orden social de Inglaterra.
Por tanto, concluye de manera simbólica, esa etapa donde los reinos representaban grandes conglomeraciones territoriales de explotación y control. Por el contrario, los sistemas políticos se fueron democratizando. Dejando atrás del escenario los sistemas hegemónicos, imperialistas y de dominación propios de la monarquía.
Los vientos actuales buscan entendidos que prioricen la representación y participación de los ciudadanos. Muy contrario, de lo que pretendían los sistemas oligárquicos que etiquetaban a los personas en reyes y súbditos.
Aun con todas las contrariedades, el sistema de monarquía parlamentaria de Inglaterra sigue siendo referencia para explicar un modelo social donde convive (con cierta estabilidad) las viejas estructuras con las nuevas.
Dicho de otra manera, en el reino conviven un conjunto de instituciones que quedaron como emblemáticas y de otras que se han actualizado. Me refiero en específico al régimen parlamentario, donde los representantes hacen la política real alegados de los protocolos de la reina.
Esta mezcla que parece extraña ha funcionado y se vuelve incluso emblemática. Algo que en América costaría mucho trabajo entender. Porque acá no tenemos una figura que represente al Estado y otra al pueblo (Reina-Parlamento). En los países latinoamericanos concentramos en una misma persona a un jefe de estado y jefe de gobierno (presidente).
Estas diferencias de forma y de fondo, hacen patente una historia que viene de lejos. Reinos que se extendieron en el siglo XIX y que explotaron a otras poblaciones hasta hacerse ricos, extendiendo su dominio a través de la religión y el lenguaje.
Todo lo anterior se tiene que valorar al tener hoy la posibilidad de ser testigos de un deceso de tal envergadura. El ahora heredero de la corona fue el encargado de dar el aviso correspondiente en el que fue su primer mensaje desde el palacio de Buckingham.
En el mismo tenor, la primera ministra británica, Liz Truss, tuvo comunicación oficial con el nuevo monarca, que ha escogido como nombre Carlos III. Al tiempo, una multitud ciudadana se concentró en el transcurso del pasado jueves en los alrededores del palacio de Buckingham, donde las banderas ya ondean a media asta.