Uno de mis mejores amigos regresó a Francia estas vacaciones, para visitar a su familia en Bretaña. Todos los días me escribe y me manda videos de los hermosos paisajes de la costa y las montañas, ávido a que yo pueda contemplar estas maravillas pronto.
Ciertamente, mis ganas de visitarlo son bastas, ya que en Bretaña se encuentran muchos sitios turísticos de mi interés. Por el momento el único que conozco es el Monte Saint-Michel, del cual en esta ocasión les contaré.
La idea de visitar este increíble sitio surgió gracias a mis amigos. Destinaron un par de días extra en sus vacaciones, para que pudiéramos pasear juntos. Realmente fue mi primer roadtrip hacia el noroeste de Francia y ¡fue grandioso!
No solo por la aventura de descubrir nuevos rumbos, más bien por la compañía, ya que me encanta cuando la gente es abierta a compartir este tipo de experiencias conmigo. Entonces el viaje inició con tres mexicanos, un francés y Pepito, nuestro Border Collie, bebé que recién se integraba a la familia.
La primera parada fue para tomar “le petit-déjeuner”. Compramos en una panadería local diferentes panes para el camino, pero con lo glotona que soy, no me han durado más allá de la siguiente esquina.
Durante el trayecto, tuvimos clase de cultura pop francesa gracias a la música de mi amigo francés, que ha servido al mismo tiempo para amenizar el camino, pues a diferencia de México, en Francia y Europa en general, las rutas son rectas y a veces se vuelven monótonas, y las velocidades permitidas son más altas.
No recuerdo exactamente las horas de camino, pero la segunda parada fue llegar a la casa de sus papás, los cuales muy amablemente nos recibieron. Nosotros llegamos a cocinar comida mexicana y ellos nos dieron hospedaje y vino francés. A la mañana siguiente, partimos muy temprano y emocionados hacia nuestro destino: “Le Mont Saint-Michel”.
El Monte de Saint-Michel y su bahía, son Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1979. Es uno de los más extraordinarios edificios de la arquitectura religiosa, pues no es un castillo como muchos piensan sino una abadía gótica, ubicada en un islote rocoso y amurallado. Lleva el nombre del arcángel San Miguel.
El acceso es mediante un gran camino que se vuelve puente cuando el agua viene y va. De hecho, cuando la marea sube, el monte parece flotar y se convierte en una verdadera isla. Este es el teatro de las mareas más grandes de Europa continental que mucha gente visita. En el interior, la infraestructura es de película. Sus pequeños callejones, casas y capillas de estilo gótico te envuelven y remontan a épocas pasadas. La vista hacia el mar es impresionante. Una parada obligatoria en tu visita por el norte de Francia.
Saludos, Victoria