Por Arturo Hernández Cordero

Con motivo de la conmemoración del día internacional de la mujer, en varios puntos del país se suscitaron manifestaciones feministas el pasado 8 de marzo. Y como ha sido la tendencia en los últimos años, los actos impunes de vandalismo, agresiones a transeúntes y policías, ataques a establecimientos privados y al mobiliario urbano, opacaron las manifestaciones pacíficas que también tuvieron lugar.
Los grupos del feminismo radical, amparados por la legitimidad que les otorga decirse protectoras de las mujeres, profirieron en las marchas todo tipo de discursos de odio en contra del género masculino y cualquier discrepancia con sus formas y motivaciones. De nuevo, un día que conmemora la pugna de las mujeres por la igualdad de derechos, se convirtió en la ocasión idónea para que ciertos grupos, externaran su repudio hacia otros sectores de la sociedad.
Las justificaciones hacia lo acontecido en las marchas no se han hecho esperar; los partidarios del progresismo hablan de que la vida de las mujeres, es más importante que cualquiera de los prejuicios que las manifestaciones violentas pudiesen causar en la ciudadanía y el espacio público, no obstante, omiten hablar sobre la nula incidencia que este tipo de actos, han tenido de cara a salvaguardar la vida y la integridad de las mujeres.
La explicación que el feminismo contemporáneo da a la violencia contra la mujer, se trata de un paradigma de género netamente ideológico: “las mujeres sufren violencia por el hecho de ser mujeres”.
Sin embargo, explicar el problema mediante abstracciones ideológicas como el “patriarcado”, resulta irresponsable e ineficiente, generando que aún con la enorme difusión que ha tenido el feminismo los últimos años, las muchas políticas de género que se han implementado y la radicalización del movimiento, los índices de violencia contra la mujer vayan en aumento.
Detrás de un problema tan complejo como la violencia contra la mujer, se encuentran causales mucho más lógicas que la mera cuestión de género: adicciones, crimen organizado, impunidad, degradación moral, desintegración familiar, etc.
Insistir en el paradigma feminista, impide que se atiendan dichas causales

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