La vulgaridad tiene varios rostros pero con frecuencia se asoma con facilidad en algunas personas. Sobre todo en aquellas que gustan por los caminos fáciles. Es decir, quienes no son afectos a profundizar ni argumentar. Para ellos, es mejor la ofensa porque según su criterio es válido denostar, denigrar y golpear.
De hecho, esta palabra tiene su origen en el vulgo, esa acepción referida a la gente popular, asociado a una baja posición económica, escasa cultura o que no se distingue por ninguna circunstancia. Eso parece tener una aplicación práctica en un hecho que retrata de cuerpo entero al actual presidente municipal de Mineral de la Reforma, Israel Félix.
Esta persona, en un evento utilizó una larga lista de improperios para referirse a “un senador de la República” con adjetivos que ponen de manifiesto su escaso nivel del lenguaje. Noy hay que espantarse. Todos hemos utilizado maldiciones. Lo cuestionable es la carencia de líneas argumentativas.
No es lo mismo la descalificación grotesca que la finura de una ofensa con amplio manejo del castellano. Incluso, una cualidad de nuestro lenguaje, tiene que ver con lo socarrón del albur y el doble sentido.
Un mundo desconocido para Israel Félix, quien es capaz de etiquetar a las personas de la peor manera, cometer imprudencias verbales y decir insolencias. Este pequeño principito no aprendió nada del famoso cuento infantil escrito en 1943, por Antonie Saint-Exupéry, donde se puede leer que “las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores”.
De tal manera que el diminuto personaje del libro sabía distinguir entre las espinas y la maldad. Pero Félix no lo sabe, no tiene dicha capacidad. Incluso, carece de pensamientos básicos porque en su mundo paralelo se considera simpático y ocurrente.
Estoy seguro que el principito de Mineral de la Reforma, con frecuencia confunde lo imaginario con la realidad. En su mundo de fantasía existe la posibilidad de que tenga un papel protagónico en el futuro político del estado de Hidalgo.
Pero esa posibilidad está tan lejana como la anécdota del citado cuento. Cuando todos los demás vemos un sombrero, Félix ve una boa devorando a un elefante. Es decir, una superflua clase política carcomiendo el erario del gobierno del estado de Hidalgo. Él por supuesto, sería el piloto de esta travesía.
Ese es su afán y está claro que buscará por todos los medios lograr su cometido. Pero está muy lejos de tener las cualidades necesarias. Por lo expresado anteriormente y porque este insignificante personaje tiene que vivir a la sombra de otro más astuto, que mueve las piezas a su antojo y en detrimento de su ínfimo peón.
Es una lástima que los radicados en Mineral de la Reforma tengan que lidiar con la banalidad y la vulgaridad acumuladas en la misma persona. Ojalá en algún momento regrese de su viaje imaginario para hacer la siguiente reflexión que embellece el texto referido: me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.
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