El proceso de afiliación de Morena

Desde hace unos días, el partido político con mayor apoyo electoral en México, anunció una jornada masiva de afiliación. Lo que pretenden es que los millones de votantes que se identifican con Morena, formalicen su simpatía a través de una activa vida partidista. 

La tarea no es sencilla, porque los partidos son siempre la institución más criticada por la opinión pública y la que ocupa, por definición, el escalón más bajo en todos los rankings sobre confianza política.

De tal manera que iniciar con estos esfuerzos tiene una alta dosis de complejidad. Pero si a eso le sumamos la inclusión de muchos perfiles, que no necesariamente coinciden con la ideología de izquierda que pregona el partido guinda, la cosa se hace aún más compleja.

Tal es el caso de Miguel Ángel Yunes Márquez, quien llegó a un escaño del Senado por parte del PAN y que ahora (por conveniencia política), quiere formar parte del grupo parlamentario que tiene mayoría en la cámara alta.

Ese cambio de piel ha traído una serie de críticas de las bases morenistas. Quienes se niegan a abrir las puertas de su partido a impresentables como el caso que nos ocupa y otros que ahora deciden ser morenistas, por puro pragmatismo político.

No obstante, los “puritos” olvidan algo esencial: los partidos políticos son –en esencia– organizaciones que tienen como principal objetivo fáctico el de sobrevivir y reproducirse. Es decir, solo buscan mantenerse en el escenario público y tener cada vez más miembros en sus filas.

Seguramente no cuesta trabajo entender esta lógica, en el sistema de partidos mexicano. Porque su pura existencia les garantiza financiamiento público (muy oneroso, por cierto) y entre más popular sea el partido, más votos tendrá, lo cual se traduce en mayor prerrogativa.

Pero no solo eso, en el ámbito político Morena necesita en el Senado a un aliado de verdad. Yunes Márquez marcó la diferencia en la aprobación de la reciente reforma al poder judicial con su voto a favor de los morenistas. Pero eso no garantiza que sus lealtades estén en todo momento con los guindas.

Aunque, aunado a lo anterior, el citado ha sido merecedor desde hace unos días de ocupar la presidencia de la Comisión de Hacienda en aquella representación del federalismo. Nada mal para un político que hace poco caminaba por el ostracismo.

Un elemento adicional y no menos importante, es que ese voto del que ahora muchos no están de acuerdo en afiliarlo, es fundamental en momentos en que Morena en el Senado tiene enfrente varias reformas constitucionales y junto con sus aliados suma 87 votos, apenas uno más que los requeridos para la mayoría calificada necesaria para aprobar modificaciones a la Carta Magna.

De tal suerte que se ratifica porque estas organizaciones no gozan de buen prestigio. Porque tienen que utilizar estos criterios de conveniencia y acomodo de piezas, para subsistir y llevar a cabo sus proyectos.

¿Nos gustan estos enroques a los ciudadanos? Claro que no. Pero en estos ámbitos parece que todo se vale con tal de conseguir los objetivos. Hay que decir que no hay partidos buenos y malos, solo partidos que crecen o decrecen según las coyunturas políticas.