Por Arturo Hernández Cordero
El pasado fin se semana, se celebraron las elecciones presidenciales en El Salvador, en las que el presidente Nayib Bukele, fue reelecto de forma abrumadora con más del 80% de los votos; ejerciendo así los salvadoreños, su derecho ciudadano de elegir libremente a su mandatario, aún a pesar de los cuestionamientos provenientes desde el exterior, de políticos y líderes de opinión afines al progresismo y a la izquierda.
Tales figuras de la izquierda se han valido del paradigma anti reeleccionista, para cuestionar el triunfo contundente de Bukele y su partido, obviando la voluntad del pueblo salvadoreño, por continuar con las políticas con las que se ha logrado un descenso drástico de los niveles de violencia en la nación centroamericana, y que además, ha mantenido una estabilidad económica destacable en El Salvador aún y con un escenario global adverso.
Dicho esto, no hay indicios antidemocráticos en la reelección del presidente Nayib Bukele, puesto que los ciudadanos de El Salvador, fueron quienes en elecciones legítimas decidieron dar continuidad a un proyecto de país libre violencia que ha resultado exitoso desde hace cinco años. La falacia de falsa dicotomía entre la paz y la democracia en la que tanto ha insistido la izquierda internacional sobre el caso salvadoreño, simplemente no existe.
El proceso de pacificación que está viviendo el pueblo salvadoreño y la eliminación de la cultura pandillera, que durante tantos años mancilló la vida e integridad de miles de ciudadanos de dicho país, son mucho más necesarios que cualquier precepto pseudo democrático, desde el que se cuestione el reciente triunfo de Nayib Bukele, quien en todo momento, desde que asumiera como presidente a mediados del 2019, ha demostrado un compromiso por resolver los problemas de su nación, como hasta ahora ningún presidente de la izquierda latinoamericana lo ha hecho.
Es tendencia de la izquierda progresista, anteponer sus preceptos ideológicos sobre las necesidades y la realidad de los países en los que gobierna, pero para fortuna de los salvadoreños, la valentía y patriotismo de su presidente les asegura a día de hoy una paz y prosperidad duraderas.