Las campañas políticas están por concluir y, por desgracia, una de las constantes es la creciente ola de violencia que las envuelven. El investigador, Sergio Aguayo, en un reciente análisis denominado “urnas y tumbas”, registra 32 asesinatos de candidatos en el proceso electoral de 2024.

Esta mancha negra se debe de analizar con profundidad, porque al final del día refleja un estado de las cosas del cual no nos podemos acostumbrar. Retomando el estudio del especialista, se mencionan en el documento que la violencia electoral es eminentemente local, porque 85 por ciento de las 32 víctimas competían por cargos municipales.

Quizá, habría que agregar que la competencia por el poder político en los ayuntamientos suele ser más pasional. Con frecuencia, esa contienda tiene que ver con personas y familias no con partidos y proyectos ideológicos.

Por tanto, no resulta extraño que en esta esfera de competencia política, los munícipes sean un flanco fácil para aquellos que suelen desbordar los ánimos. También hay que considerar que las policías municipales son las instancias de seguridad más débiles, y quizá por ello, los niveles de impunidad de estos crímenes también son altos.

También hay que decir que los ayuntamientos suelen sucumbir al crimen organizado. En particular, aquellos donde el tráfico de droga, el robo de hidrocarburo y otros latrocinios, están presentes. Esos nichos (algunos de ellos), están totalmente cooptados por el crimen de tal suerte que estos hechos son parte de una dinámico social muy compleja.

Sin embargo, dentro de una esfera política la mayoría de asesinatos son contra opositores al alcalde en turno. En esta lógica, están 25 de los 32 casos. Por lo que vale la pena mencionar que en los territorios sin ley es “relativamente” sencillo deshacerse del oponente.

Esta forma bárbara de solucionar los conflictos políticos, nos acerca a un estado complejo donde muchas cosas parecen descompuestas. Ya se mencionó el débil aparto de seguridad y las inercias delincuenciales, pero también hay que destacar el nivel de violencia que se imprime en algunas campañas incitando al odio y la sinrazón.

Muestra de ello es que los homicidios electorales generalmente ocurren sin aviso y en ataques rápidos: no hubo amenazas previas en 28 de 32 casos y son ataques fulminantes: 29 de los 32 homicidios fueron ejecuciones a balazos, según el estudio referenciado.

Solo para tener registro, los ataques ocurrieron durante todo el proceso electoral, es decir desde las precandidaturas hasta las candidaturas. Esto es, las acciones no se realizan al final cuando puede existir una preferencia electoral determinada, sino que durante un periodo de tiempo de meses.

Estas señales de violencia deberían de llamar la atención de todos. Más ahora donde las distintas expresiones políticas conforman gobiernos municipales. Es un problema serio y que debe de preocupar porque durante muchos años, la narrativa de las elecciones giraba en torno del fraude electoral y ahora parece que el común denominador, es la violencia.

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