Ha llegado el final de la contienda electoral, y en una verdadera democracia no puede haber ni vencedores ni vencidos, porque el gobierno que se genera debe de ser para todos y por el bien de nuestra nación.
La hora de México es hoy y siempre en cada voto, de cada partido y de cada candidato o candidata. Cuenta para hacer de este un país más democrático, porque significa un pensamiento diferente y una victoria o una derrota no implica una nación distinta.
Sin embargo, hay muchas cosas que reflexionar de estas elecciones. La primera sin duda, fue la violencia que se encontró vigente desde el primer día hasta el último y que intento coartar la democracia de nuestra nación.
En segundo punto, la organización de una de las elecciones más importantes de la historia de nuestro país, que en comparación con organizaciones anteriores, parece que ha dejado a deber, desde debates mal planeados hasta una falta de instalación de casillas sin precedentes en varias regiones del país.
No obstante, hay un punto que debemos de resaltar y es la abundante participación ciudadana, cuestión que se aplaude y se admira. Sin duda nuestro país se está integrando a una idea mucho más democrática que antaño.
En ese mismo sentido, haber observado la exigencia de la sociedad por proteger sus casillas y por llamar al orden y la cordura en las elecciones, parece digno de aplaudir, pero no debe de dejarse al tanteo. Debe de ser una practica reiterada de nuestras obligaciones como ciudadanos.
Los resultados cuestionados por diversos grupos y personas, son consecuencia de la desconfianza que existe en el sistema, generada por la desinformación continua, que ha existido en este proceso.
Pero la democracia es la pieza angular de nuestro país y como tal, la debemos de proteger y salvaguardar.
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