En los cruceros Huapalcalco, Acatlán, Magisterio, Circuito Chapultepec y Rojo Gómez, así como en la zona metropolitana de Tulancingo, específicamente frente a la estatua de El Santo y donde convergen los bulevares Tomás Alva Edison y Bicentenario.
Malabaristas, discapacitados y un panorama nada halagador de niños que son cargados por la mamá o en ocasiones por el papá, ofreciendo dulces y durante este año a algunas personas con un perfil indígena, se les aprecia ofreciendo café.
Si bien se reúsan a hablar con reporteros de este medio, una mujer quien pide no se le tomen fotografías, comentó que el café lo traen de la Sierra Norte de Puebla.
La vida en la ciudad no es fácil, pues tienen que hospedarse en hoteles que carecen de los servicios, pero les cobran entre 60 y 80 pesos por noche.
Sin embargo, durante el día tienen que sufrir las inclemencias del tiempo, frío, calor, lluvias, se exponen al peligro, aunque ya tienen calculados los tiempos de los semáforos para ofertar su producto.
Mientras realizan esta actividad, en un rincón se avista un biberón. Algunos niños no han cumplido ni siquiera el año, pero ya forman parte de una vida llena de carencias. Sus padres luchan para darles el alimento.
Cada fin de semana tras más de cuatro horas de vieje, regresan a sus tierras para surtirse de café, el cual lo venden a 65 pesos el kilo. Al preguntarles del por qué eligen Tulancingo para punto de venta, nos dice la mujer que en esta ciudad el café se vende bien a diferentes de Pachuca o Tizayuca