Nada obliga a Morena a escoger sus candidatos por encuesta. Hay otros métodos disponibles como la designación directa, las asambleas e insaculación.
Su antecedente es 2011, cuando el entonces precandidato Andrés Manuel López Obrador se impuso por estrecho margen -39,8% contra 37,3%-, al favorito de la centroizquierda Marcelo Ebrard para repetir la candidatura presidencial por el entonces Movimiento Progresista, integrado por PRD, PT y Movimiento Ciudadano.
Diez años después, López Obrador ha reiterado, ahora desde la Presidencia, que las encuestas son el mejor método para elegir al candidato de su partido a intentar sucederlo. Posición que ha sido defendida por Mario Delgado.
Incluso en un spot de Morena, se llegó a señalar que este método es “el mejor antídoto contra el amiguismo, el influyentismo y el sectarismo”.
Sin embargo, en el pasado proceso electoral hubo 34 aspirantes que se quejaron en el Tribunal Electoral, a pesar de que habían firmado un documento en el cual se comprometían a tener “un trato fraterno y no acudir a la denostación en este proceso (el de las encuestas)”.
Si bien la mayoría de las impugnaciones fueron desechadas por no haber acudido a instancias partidistas previamente, la queja fue la misma: no se conocía la metodología por las cuales habían sido descartados.
Ante el alud de aspirantes inscritos para la candidatura de Morena a la Gubernatura Hidalgo, falta ver quiénes serán los primeros en cuestionar si no son considerados para la encuesta. Solo habrá cuatro lugares.
Por cierto, el día en que aceptó su derrota ante López Obrador en la designación del candidato presidencial, Marcelo Ebrard dio un discurso en el que dijo “La izquierda dividida sólo iría al precipicio. Acepto y acato los resultados de la encuesta. Cumplo lo que he dicho. Así sea la diferencia que sea, pequeña o no, hago honor a mi palabra con dignidad y optimismo”