El 16 de marzo, se decretó la suspensión de las clases en las escuelas de educación preescolar, primaria, secundaria, normal y demás, para la formación de maestros de educación básica del Sistema Educativo Nacional, así como aquellas de los tipos medios superior y superior, dependientes de la Secretaría de Educación Pública, sustentado en el acuerdo número 02/03/20 y publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF), por el tema de la pandemia.
Lo que en un inicio solo se avizoraba la suspensión del curso escolar 2019-2020, durante no más de dos meses, se ha convertido en más de un año, tiempo en que los estudiantes han estado sujetos a una computadora o al televisor, para recibir sus clases.
Sin embargo, sobre todo niños y adolescentes, prácticamente se encuentran cautivos en sus casas.
Algunos, por ejemplo, que terminaron la primaria en junio e ingresaron a la secundaria en septiembre, tuvieron una clausura escolar atípica y hasta llena de nostalgia, en medio de la incertidumbre cuando los contagios estaban en un punto muy álgido y al avanzar de nivel, no han tenido el gusto de conocer a sus compañeros más que a través de la aplicación Zoom o por videoconferencias.
Quienes apenas ingresan al kínder o la primaria, no saben lo que es un recreo, incluso el regaño de sus maestros. Tampoco, tienen la mínima idea de lo que son los honores a la Bandera.
Los comportamientos por el confinamiento de los estudiantes, ya sean niños o adolescentes, son variables, de acuerdo con autoridades de salud, se miden en cuatro tipos de síntomas: depresión, ansiedad, hiperactividad y conducta.
Al hacer un recorrido en diferentes sectores con algunos menores, prácticamente todos coincidieron en que extrañan la escuela, a sus compañeros y a sus profesores.
También, expresaron que cuando tienen algunas dudas, las disipan preguntando por WhatsApp a sus profesores, papás o familiares, aunque en estos últimos casos, las respuestas no siempre son las correctas