Se cumplen 30 años de la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en la selva de Chiapas, México.
Aquel acontecimiento que cimbro al sistema político del país, ha tenido momentos varios.
Inició como movimiento social reivindicando el indigenismo y terminó por ser una referencia romántica del todo lo que pudo ser y no fue.
Es decir, su incursión al escenario público condujo a que muchos esfuerzos (institucionales, económicos, académicos, sociales, por citar algunos) vieran en la selva lacandona su razón de existir.
Pero mucho de lo anterior se quedó en la anécdota. Aquellos inconformes se mantuvieron en su postura inicial y tres décadas después parece que de poco sirvió el movimiento.
Sea como sea, el zapatismo se volvió referente obligado de la lucha social, de las causas más sentidas, del olvido de cientos de años de “desarrollo”.
Nos queda por tanto, aquello que alimento las causas del descontento pero con diferente narrativa y actores.
Se queda el mal sabor de boca de un protagonista (sub marcos) que alcanzó celebridad y se apago con la desdicha de sus letras. Nos queda otro ejemplo de causa perdida por la apatía y desinterés de la denominada sociedad civil.
Nos queda el recuerdo de saber que un día los indígenas le anotaron la voz y otra vez fueron ignorados.
Lo que se mantiene son las condiciones de desigualdad, los niveles de pobreza, las carencias ancestrales que no se fueron con discursos políticos.
Nos queda también el mal sabor de boca con el movimiento qué inició aglutinando a sectores tan diversos.
Porque cuando el EZLN hizo un referéndum donde había la posibilidad de que se
conformará en partido político no se respetó la decisión del pueblo y se quedaron igual
para vivir del viejo discurso.
Nos queda también la figura del subcomandante Marcos como nuble de humo qué escribió más de lo realmente aportó a las causas enarboladas.
Nos quedan otros años de desesperanza sin que los indígenas salgan del letargo económico y social.
Nos queda también lo miserable del movimiento con la vida política interna. En el debate público no están, no se involucran.
Han mantenido un cómodo papel de aislamiento y pureza ideológica que solo sirve para aislarse más y más.