De las leyes que más risa provoca en el mundo, son aquellas que prohíben la magia puesto que, a los ojos de muchos, es un absurdo que se prohibía algo que parece no existir y aun en varios países, se excluye la pena si se acredita la verdadera existencia de tal magia.
Sin embargo, lo cierto es que aquello que se sanciona no es la existencia o no, de la magia o la creencia o no, de las personas en la magia, sino el fraude hacia los creyentes, motivo por el cual el delito en aquellos países, se tipifica con el hecho de engañar a las personas y aprovecharse de manera económica al respecto.
En tal sentido, México no es un país ajeno a dichas prácticas, donde sectas tanto mágicas como de coaching, han sido señaladas por defraudar y abusar de las personas a través del abuso de la depresión e incluso de la creación de violencia psicológica sobre las víctimas.
Parece necesario no solamente hacerlo público sino tipificarlo como un delito, puesto que este tipo de modalidad del delito de fraude, implica una forma mediante la cual las personas son instauradas en una psique (conjunto de procesos conscientes e inconscientes propios de la mente humana) en la cual no se percatan de la forma en que van perdiendo dinero y que poco a poco, se vuelven parte de una organización que los vuelve codependientes de la misma, como si fuera una droga.
En consecuencia, la violencia psicológica comienza a aumentar al grado de hacer que las personas, rompan sus relaciones familiares y sociales con la finalidad de tener un pleno control sobre su vida y con ello, poder obtener la mayor cantidad de recurso.
Por tanto, este tipo de delincuencia no solamente destruye el patrimonio de las personas sino su seguridad y crea una violencia psicológica, que no puede ni debe quedar impune.
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