Aquello que vimos hace unos días en Chiapas no puede ser considerado ni un hecho aislado ni ser omitido del pensamiento colectivo, vimos grupos de personas armadas que supuestamente se disputaron una plaza como si no existiera un Estado Constitucional de Derecho, como si la policía y el Estado no existieran.
El hecho no es simple, es un conjunto de factores que implican la violación sistemática de derechos de las personas al grado de considerar la inexistencia del Estado puesto que, la finalidad de vivir en un Estado Constitucional de Derecho es la existencia de una Constitución que reconoce derechos de todas las personas y por medio de un Estado y de la fuerza del mismo garantiza a las personas los derechos reconocidos por la Constitución.
Sin embargo, si un día podemos observar como un grupo armado violentan de manera sistemática las normas de un país, aterrorizan a su población, violentan sus derechos y hacen gala de un poder quasi superior al del Estado implica que el Estado no solamente no esta cumpliendo con su labor, sino que ha perdido la batalla contra la corrupción, la impunidad y la delincuencia.
Las escenas que se han visto, propias de la guerra deben de causarnos dolor y reflexionar sobre el futuro de nuestro país ya que, un Estado que no garantiza derechos no es un Estado.
Hoy pareciera que la batalla es por recuperar parte de la seguridad y no por acabar con la delincuencia lo que implica un retroceso en la política de seguridad nacional y no es una pelea por una plaza no es un intercambio entre bandas delincuenciales, siendo claros es la falta de seguridad en una ciudad de la cual el Estado no estuvo presente.
En tal sentido, se pudieran dar tantas causas como pudiéramos analizar, pero lo cierto es que en términos reales el deber del Estado no se rige por las causas de la inseguridad sino por su actuar en cada momento.
Lic. Juan Fernando González Espinosa
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