Por Arturo Hernández Cordero
Las calles de Paris y otras ciudades de Francia, llevan presenciando las últimas semanas el mayor estallido social que ha tenido el país galo en los últimos tiempos.
Históricamente Francia se ha caracterizado por su tendencia a las manifestaciones sociales ante las injusticias de su clase política, no obstante, el problema al día de hoy, es mucho más complejo que una mera decisión gubernamental: el declive demográfico del pueblo francés, que propicia a su vez un declive de su modelo asistencialista.
Las manifestaciones actuales son producto de la reforma al sistema de pensiones del presidente Emmanuel Macron, que aumenta la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años. Ante los disturbios, pudiera pensarse en el exterior, que el sistema de pensiones en Francia es injusto con los jubilados, lo que no podría estar más alejado de la realidad.
Para poner en perspectiva, los jubilados en Francia se retiran a los 62 años cobrando por ley el 60% de su sueldo, mientras que en su vecina Alemania (con una economía más grande y sólida), lo hacen cobrando el 40% de su sueldo a los 67 años.
Sin embargo, los franceses están acostumbrados a uno de los modelos asistencialistas más generosos del mundo, que hoy resulta insostenible dado el envejecimiento demográfico de la población.
Las posibles soluciones que podrían rescatar al menos una parte del modelo de bienestar francés, son impopulares para uno u otro sector de la sociedad: aumentar -aún más- la recepción de inmigrantes de África y Oriente Medio e integrarlos al mercado laboral (medida que sería muy impopular para los simpatizantes de derecha e implicaría brindarles asistencia social, a estos nuevos migrantes), o bien, recortar los subsidios gubernamentales y renunciar a las costosas políticas globalistas, que Emmanuel Macron ha implementado los últimos años (medida impensable para los simpatizantes de izquierda).
Macron ha basado su gobierno en impulsar agendas globalistas y en consolidarse como una brújula moral de Occidente.
Hoy, Francia está en una grave situación de inestabilidad social, y las propuestas de Marine Le Pen (antes consideradas radicales), empiezan a lucir cada vez mas coherentes para los franceses.