Por Arturo Hernández Cordero
El 2024 se acerca y con ello, las disputas internas en la cúpula del actual partido hegemónico en México se empiezan a agudizar, puesto que son varias las figuras políticas morenistas que pretenden ocupar la silla presidencial y, supuestamente, continuar con el “proceso de transformación” iniciado por Andrés Manuel López Obrador en 2018.
Como sucediera hace varias décadas cuando el PRI ostentaba el estatus de partido hegemónico, la competencia interna por hacerse con la candidatura del oficialismo empieza a percibirse cada vez más agresiva y las campañas de descrédito entre los morenistas están a la orden del día.
Esta semana, fue la gobernadora de Campeche Layda Sansores, quien profirió ataques en contra del senador Ricardo Monreal, al filtrar una supuesta conversación de este último con el dirigente priísta Alejandro Moreno, donde presuntamente, Moreno agradece un apoyo jurídico a Monreal para que sus bienes no fuesen congelados.
Si bien, aún no ha sido constatada la autenticidad de dicha conversación, a todas luces resulta ilegal que la gobernadora Sansores (partidaria de la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum) violente la privacidad del senador Monreal.
No obstante, lejos de la ilegalidad que supondría el acceso y filtración de conversaciones privadas por parte de una funcionaria pública, el debate entre los simpatizantes de MORENA se ha centrado en cuestionar la lealtad de Ricardo Monreal para con la 4T y en quien ha demostrado mayor adherencia a los ideales e iniciativas de López Obrador.
Figuras presidenciables de MORENA como Marcelo Ebrard, Adán Augusto o Claudia Sheinbaum, han iniciado una carrera por ganar la legitimidad popular necesaria para continuar con la 4T; una labor que no resultará sencilla teniendo en cuenta las dimensiones de la figura mesiánica de AMLO, por lo que se espera que las campañas de desprestigio de los integrantes de la cúpula morenista en contra de sus rivales políticos (incluso hacia los de su propio partido) vayan en aumento en el transcurso del próximo año, al final de cuentas, fue la guerra sucia uno de los elementos que le otorgó su enorme popularidad a López Obrador