La escisión que sufrió el PRI estatal en días pasados, tendrá efectos en el escenario político local por varias razones. Una de ellas es que, si sus agremiados deciden participar en la arena electoral, pueden influir en el fortalecimiento de un partido o la desaparición de otro.

Me explico. Ese grupo de ex priístas tienen solo un objetivo, terminar de una vez y por todas con la élite de su propio partido. Según su criterio, su instituto no tiene remedio mientras la actual dirigencia mantenga esa responsabilidad.

Por ende, harán todo lo que esté en sus manos para debilitar (aún más) al priísmo local o, mejor dicho, a los pocos que se quedaron en el PRI, porque obedecen a los intereses de aquellos que condenaron al tricolor a su peor crisis electoral.

Ese criterio vengativo puede complicarse, porque ahora el grupo rebelde no goza de los favores del gobernador. Es decir, aquellos sublevados se identifican con Omar Fayad, quien no ostenta ninguna posición de poder y está mermado en cuanto influencia al interior del estado.

Pero como lo han venido expresando, el GPI tiene un plan adicional. Pueden incrustarse en un partido nuevo y desde ahí, ser un actor más competitivo para sus antiguos compañeros de lucha. Eso, en términos reales, suena más probable.

Pero tampoco hay que descartar el hecho de mantenerse agrupados y tratar de negociar con el actual partido en el poder. Los morenistas, sin embargo, no podrían soportar tal afrenta porque sería algo similar a dormir con el enemigo en casa.

No hay que descartar otro somero escenario. Y en este sentido, la historia política local tiene un antecedente. A finales de los noventa una ruptura dentro del PRI dejó fuera de la contienda por la gubernatura al profesor José Guadarrama.

Después de varios tumbos, el mencionado decidió formar el Frente Democrático Hidalguense. Ese entuerto tenía la posibilidad de mutar hacia el PRD (principal partido de oposición en la entidad) o quedarse en el PRI como grupo disidente.

Decidieron lo último con malos resultados. Tuvieron cierta influencia pasajera, pero eso no se tradujo en importantes posiciones de poder. Fue un movimiento político efímero, quizá habría que decir cooptado, por los tentáculos del poder sin mayores repercusiones.

Ahora el escenario cambia porque la figura principal del GPI no podría negociar con los priístas. Lo agravios vienen de lejos y parecen irreconciliables. Aunque en el tricolor siempre se termina negociando, ahora es difícil tener materia para tal efecto. Lo anterior por una sencilla razón: no tienen el poder.

Mientras tanto la especulación está al tope. Hay quienes aseguran que el priísmo rebelde se irá a Movimiento Ciudadano, otros dicen que esperarán para negociar su incorporación a Morena y quienes dicen que podrían esperar para conformarse en partido político local.

Sea cual sea el destino de este grupo, lo que queda claro es que el tiempo les juega en contra. Si hacen algo muy rápido para lograr su permanencia en las posiciones políticas que están no tendrán un destino seguro.

Hay que ver, por tanto, cuál será su próximo movimiento porque en política la actualidad es el único tiempo que importa. Si no tienen un espacio en el espectro ahora no lo tendrán en un porvenir.

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