Por Arturo Hernández Cordero
A finales de la semana pasada trascendió en México un hecho sin precedentes que hizo saltar las alarmas en materia de seguridad nacional, dado que, el llamado Colectivo Guacamaya (quienes se auto definen como activistas en contra de la represión y las grandes corporaciones) hackeó y filtró millones de documentos confidenciales y material audiovisual de la Secretaria de la Defensa Nacional.
En términos de ciberseguridad, el que un grupo de hackers haya accedido a información clasificada del Gobierno Federal, resulta por demás alarmante, porque si bien, el dato que mayor difusión ha tenido después del hackeo ha sido el que refiere a la mala salud del Presidente López Obrador, el hackeo en sí mismo representa un síntoma preocupante: la vulnerabilidad (en este caso cibernética) de la institución encargada de velar por la Seguridad Nacional y a la que en los últimos años se le han atribuido mayores facultades.
La SEDENA hoy en día es responsable del control aduanero, de la supervisión de los mayores mega proyectos del país y -después de que el Senado así lo delimitara-, también de la seguridad pública a nivel nacional.
El atentado cibernético abre una gran cantidad de posibilidades desde las cuales se podría desestabilizar tanto interna como externamente; además, la “profesionalización” desde la que se ha querido justificar la militarización de la Guardia Nacional, queda en entredicho con este acontecimiento.
El Gobierno Federal desestimó la importancia del hecho y López Obrador hizo mofa de la situación. Sin embargo, esta misma semana el Senado logró garantizar la presencia del ejército en las calles hasta el 2028, lo que supone dejar la seguridad pública en manos de un organismo deficiente e incapaz de siquiera, propiciar su propia seguridad cibernética.
El institucionalismo mexicano ha ido colapsando a lo largo del sexenio, pero es la vulnerabilidad de un organismo tan fundamental como la SEDENA, lo que genera especial pesimismo en torno al futuro de la seguridad nacional, un escenario que luce cada vez más sombrío y que se espera, dure cuando menos un sexenio más