En México, casi toda la línea narrativa actual versa sobre la reforma judicial, última gran apuesta política del presidente López Obrador, a unos días de dejar su encargo. Como es sabido, el mandatario ha impulsado una “cirugía mayor”, a uno de los poderes del Estado utilizando varios argumentos, unos de forma y otros de fondo.
Bajo esta lógica le funcionó muy bien dirigir la mira hacia uno de los espacios intocables de la administración pública, los jueces, magistrados e incluso ministros que hasta antes de este gobierno, eran actores marginales en la real politik.
Ahora, sin embargo, los juzgadores han levantado la voz por lo que consideran una intromisión del ejecutivo, al proponer la elección universal, libre y directa de los funcionarios del poder judicial. Sus argumentos son variados, pero en síntesis aluden temas relacionados con la certeza laboral de su gremio, su antigüedad y carrera profesional.
Aunado a lo anterior, ven en la elección un riesgo latente de que la impartición de justicia pudiera obedecer intereses distintos, si son “contaminados” por la inercia de las campañas, los partidos políticos, los grupos del crimen organizados, entre otros.
También, los trabajadores piden matizar la visión que se tiene de ellos como una burocracia dorada. Se sabe de sus altas percepciones, pero ellos argumentan su nivel de responsabilidad en sus decisiones y su carga laboral.
Por el contrario, los críticos del estatus quo de ese poder, señala prácticas de corrupción, influyentismo, nepotismo, intereses ajenos al pueblo, entre otros. Todo lo anterior, según esta perspectiva hace necesaria una reforma que permita la renovación y rotación de ministros, magistrados y jueces que se han mantenido intocables durante años.
El punto medio no parece existir y cada postura tiene implicaciones de fondo en la sociedad mexicana carente de justicia pronta y expedita.
En este punto, sin embargo, parece que la discusión se polariza y ahora se encamina por un sendero cuesta arriba. Pasan los días y al acercarse la discusión y probable aprobación de estos temas en el congreso federal, las posturas se van a endurecer.
Desde la trinchera legislativa se antoja pensar que habrá un debate muy acalorado; pero afuera, en las calles, estará el verdadero termómetro que determine hasta dónde puede llegar esta reforma.
El presidente es un experto en llevar la batuta del humor social. Los tiempos políticos están a su favor, su partido acaba de tener un amplio apoyo en las urnas y está a punto de terminar su mandato por lo cual – si la presente se aprueba- no asumirá los costos de dicha reforma.
El presidente no pierde nada. Es más, hasta perdiendo gana, porque en la narrativa quedará la idea que esos “potentados” del poder judicial, se salieron con la suya y no quisieron renunciar a sus privilegios.
Por otro lado, los funcionarios judiciales tienen mucho que perder. En el imaginario, está presente la idea que van a parar labores y seguirán cobrando sin ir a trabajar, cuestión que no es bien vista. Además, se mostrarán inflexibles al ojo de los mexicanos, que ven en ese poder inoperancia y falta de eficiencia.
Falso de toda falsedad, que con la mencionada reforma al poder judicial, vaya a combatirse la corrupción en su interior, si existiera, puesto que aunque lo digan, López Obrador, o algún otro actor político oficialista, como Monreal o Noroña, no han demostrado, con pruebas en la mano, algún caso de corrupción, solo son suposiciones y afirmaciones, amañadas para manipular a las masas. Lo que han logrado, puesto que infinidad de personas, agradecidas con el sistema porque les regala dinero, de los impuestos, si el gobierno les dice que es de noche, aunque sea de día, dicen que es de noche. Lo que si es cierto que el ejecutivo federal, esta logrando su propósito no solo de hacer pagar al Poder Judicial, el haber frenado varias de su aberrantes reformas a AMLO. Habrá que preguntarse si por el hecho de haber sido votados, gobernadores, presidentes municipales, diputados y cenadores, relacionados con hechos de corrupción, hayan sido destituidos en este y en otros sexenios, no verdad?. basta de tanta sarta de mentiras. El ejecutivo federal tiene copado al poder legislativo, al INE y al Tribunal Electoral, he ahí el porqué todo resuelva a su favor. Quiere hacer lo mismo con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en donde los sueldos con altísimos, eso es cierto, pero ello no se resuelve con mentiras. No es difícil que lo logre culminar su venganza, a pesar de que quienes protestan contra esa reforma, también son pueblo, y eso que juran que la reforma es mandato popular, entonces los estudiantes, trabajadores, padres de familia, empresarios y otros que están en contra, que son?. México, debe despertar, después será demasiado tarde. Todo por honor a la verdad, sin importar a que partido que le vayan, puesto que todos los partidos le han hecho bien y mal al pais, por el mal actuar de algunos de sus integrantes.