En muchos lugares le llaman “helado frito”, al helado que se elabora al instante sobre una plancha metálica que oscila desde los 20 grados bajo cero y la cual congela cualquier producto líquido vertido sobre ella; aunque eso no corresponde con la definición correcta de frito.
El término “frito” consiste en cocinar un alimento en aceite o cualquier otro tipo de grasa hirviendo. Entonces, ¿es absurdo escuchar que puede freírse un helado? Por muy loca que parezca la idea, también suena deliciosa. De hecho, al momento de leer “helado frito” como opción de postre en la carta menú de un restaurante, no dudes ni un instante y pruébalo.
Y posiblemente se preguntarán, ¿por qué hablar de probar helados cuando estamos iniciando la temporada de frío en México?
Bueno, ante todo, porque es mi postre favorito y considero que, sin importar el clima o la ocasión, disfrutar de una nieve artesanal o algún helado siempre es una buena idea; por otro lado, la gula y la curiosidad siempre ganan sobre mí cuando se trata de probar algo exótico y sin duda, el helado frito lo fue.
Es oportuno mencionar, que la experiencia de comer “helado frito” fue durante nuestra visita en la ciudad de los vientos, Chicago. Pero no solamente fue probar un nuevo helado, sino que probé el mejor de todos. Y es que al abrir el menú del restaurante mexicano “La casa de Samuel”, en la parte de postres, se encontraba una foto espectacular con estrellas doradas alrededor y un título que decía: “The best fried ice-cream in Chicago”, que en su traducción al español sería “el mejor helado frito en Chicago”. Así que sin dudarlo (como lo había mencionado anteriormente), decidí comerlo después de la cena como regalo de cumpleaños. Porque claro, es tradición festejar un cumpleaños con pastel, pero teniendo esta increíble recomendación no podía desaprovecharla.
El helado frito llegó a mi mesa justo a tiempo para la entonación de las mañanitas. Realmente no es un postre, pensé, sino un verdadero platillo. ¡Es impresionante! Y puedo describirlo poco a poco, deleitándome en cada palabra nuevamente con su sabor. De base un buñuelo, crujiente y azucarado con forma de canasta, el cual abrazaba y sostenía una enorme bola de helado frita.
Esa bola de helado frita, por fuera, se sentía crujiente y aún caliente, pero por dentro tenía un delicioso sabor frío de helado de vainilla. Recuerdo que su cobertura era muy rica y crocante, pero no era de pan, sino hojuelas de maíz molidas, que por cierto, tuve que investigar este ingrediente secreto en internet (ahora ya no lo es). Y por encima de la bola, como decoración, una capa de crema batida adornada con jarabe de chocolate, “chochitos” de colores y jarabe de cereza. Y para rematar, en la cima, una cereza también.
Y si han leído de corrido hasta este punto, estoy segura de que les he provocado el antojo de probarlo, o quizás han creído que ha sido demasiado dulce, pero debo confesar que, las harinas y lo crocante ayudaban a balancear muy bien los sabores, no por nada es el mejor en Chicago.
çY aunque el 90% de esta delicia lo comí, también lo compartí con Lupita y todos los que me acompañaron esa noche.
Así que nunca olvides leer todo el menú en los restaurantes, seguro encontrarás sorpresas parecidas. Y aunque no puedo escoger entre tantas cosas buenas que disfruté en mi cumpleaños, el “helado frito” en definitiva fue de mis favoritos, pues más que dulcificarme la noche, me endulzó la vida. Y con esto, sin duda, es una de las cosas que no puedes dejar de probar cuando visites la ciudad de Chicago.