Por Cristian Andrey Rangel Hernández

En días pasados, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que su gobierno pactó la compra de 13 centrales de generación eléctrica (12 de ciclo combinado y una eólica) con una capacidad de generación conjunta por ocho mil 539 megawatts (MW) en casi seis mil millones de dólares, a la empresa energética española Iberdrola. Si amigo lector, a la empresa que mucho tiempo denostó y llamó saqueadores.
Dicha transacción será cubierta en un 51% por capital de riesgo que aportará la Secretaría de Hacienda, a través del Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin) y el resto de los recursos a partir de financiamiento privado y de acuerdo con los modelos de proyección de la propia secretaria, la mega compra de electricidad, calificada como nueva “nacionalización” será rentable hasta dentro de 10 años.
Sin embargo; ¿Realmente es una nacionalización?
La respuesta es NO. El afán de Andrés Manuel López Obrador sobre los recursos energéticos, pasa más por su admiración al expresidente Lázaro Cárdenas, quien en 1938 expropió las empresas extranjeras que controlaban la industria petrolera en el país y este término de nacionalización que menciona el presidente de la República, se refiere a que las nuevas plantas serán operadas por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), consolidándola como la empresa pública de mayor generación de energía eléctrica en el país, al pasar del 39.6 al 55.5 por ciento.
No es una nacionalización, pero si una victoria política para el presidente de la República, ya que debemos recordar que una de sus banderas políticas desde el inicio de su administración, ha sido el de echar atrás la reforma energética implementada por el ex presidente Enrique Peña Nieto y al mismo tiempo, fortalecer las empresas públicas generadoras de energía: PEMEX y CFE.
Ahora seguramente después de saber que no es una nacionalización, el monto y el tiempo que tardará en ser rentable la inversión, la siguiente pregunta seria: ¿Acierto o grave error? En términos económicos, para determinar si la adquisición es mala, neutra o buena, es necesario conocer más información: vida útil de los activos adquiridos, costo de producción y precio de venta, información que no se ha transparentado aún.
En términos ecológicos surge la gran duda: esta acción responde a lo que en el mundo busca para combatir los efectos del calentamiento global, explotación de los recursos y generación de energía, puesto que la apuesta por rentabilidad exige continuar estas prácticas mínimo 10 años, por lo que a mi punto de vista no es favorable para acelerar la transición energética en México, además de que el país pierde la oportunidad de atraer inversiones en un contexto global, que va hacia energía más limpia.
Victoria política y fracaso al desarrollo del país, las decisiones de AMLO ya no se pueden analizar a la luz de la economía o las políticas públicas sino de la demagogia política.

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