Uno de los puntos más importantes que se han establecido en todo juicio es la duda respecto de aquello que se decide como cierto y si la sentencia con base en estos hechos pudiera ser o no ser justa.
La problemática de la verdad en los procesos ha sido uno de los temas más debatidos y preocupantes desde que existieron los procesos y continua hasta nuestros, lo que ha implicado una evolución a lo lardo de la historia.
No obstante, con los avances en la tecnología se pretende que sea a través de estos y de la ciencia que se logre una certeza y seguridad para acreditar los hechos.
En consecuencia, cada día más los procesos se han intentado enfocar en ciencia y tecnología, pero no debemos de ser ingenuos puesto que, no todo aquello que se nos presente como ciencia lo es.
En tal sentido, durante siglos en los procesos se ha procurado separar y restar todo valor probatorio a aquellas pruebas que surgen de ciencias que en realidad no lo son.
Del mismo sentido, se ha buscado ser cautos en cuanto a la veracidad y certeza que se le otorga a las opiniones de expertos puesto que, quienes juzgan no son expertos en diversas ciencias por lo que los conocimientos que se les presentan deben de encontrarse acreditados para dar por sentado aquello que presentan quienes se sustentan como expertos.
Por tanto, es necesario que nuestra sociedad y nuestros juzgadores seamos críticos de la información que sostenemos como científica y de las pruebas que se plasman en los procesos e incluso se hacen públicas para considerar hechos como ciertas o no puesto que, si bien una imagen o un audio pudiera decirnos mucho no implica ni que sea fidedigno ni que sea cierto.
En consecuencia, la dificultad es no solo en el tipo de pruebas en las cuales se cree sino en la calidad de las mismas para otorgarle valor pensando en que aún desde la sociedad la condena hacia cualquier persona es igual de dura que en un tribunal.
Lic. Juan Fernando González Espinosa
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