Por Arturo Hernández Cordero

El pasado fin de semana, la escala de violencia en Oriente Próximo alcanzó su punto máximo en décadas tras la incursión del grupo terrorista Hamás en territorio israelí, en la que más de 700 civiles israelíes fueron asesinados y alrededor de 200, fueron tomados como rehenes en un ataque relámpago llevado a cabo desde la Franja de Gaza.
La brutalidad del ataque dejó estupefacta a la comunidad internacional, teniendo en cuenta el poder militar y los adelantos en materia de Inteligencia del Estado de Israel. Asimismo, apenas concluidos los ataques terroristas, Israel emprendió una respuesta militar de gran magnitud en contra de Hamás, que ha supuesto la destrucción de la mayor parte de la Franja de Gaza en menos de una semana.
Si bien, la respuesta israelí ordenada por Benjamín Netanyahu resulta severa a todas luces, lo cierto es que al usar Hamás a la Franja de Gaza como su base de operaciones, propicia que esta sea un blanco militar legítimo para Israel, quien tiene el derecho a defenderse y a prevenir futuros ataques terroristas por parte de una organización cuyas motivaciones yihadistas y su fundamentalismo islámico están por encima de cualquier reclamo territorial y no tengan reparo en utilizar a la población civil de Gaza como escudo humano en contra de Israel.
Dicho esto, todas las bajas civiles, tanto del lado israelí como del lado palestino, son responsabilidad exclusivamente de Hamás. Sin embargo, más allá del conflicto milenario que enfrenta a israelíes y palestinos, las circunstancias de esta confrontación se dan en un escenario muy particular: con Israel negociando establecer relaciones diplomáticas con Arabia Saudí, enemigo acérrimo de Irán (principal patrocinador de Hamás); negociaciones que se han visto detenidas por el estallido del conflicto y que de momento, evitan que los dos principales enemigos de Irán logren una alianza en su contra.
El conflicto israelí-palestino siempre ha tenido intrínseco un carácter étnico y religioso. No obstante, hoy en día se ha sumado a la ecuación la rivalidad entre saudíes y persas por el dominio de la región, lo que puede desencadenar un conflicto de proporciones catastróficas.

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