Por Arturo Hernández Cordero
A raíz de la Cumbre de las Américas, que tuvo lugar la semana pasada y donde el gran ausente fue el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador por razones de posicionamiento ideológico, ha resurgido uno de los grandes debates en materia geopolítica más recurrentes en los últimos dos años: le gestión del presidente norteamericano Joe Biden y su hasta ahora cuestionable liderazgo en el panorama internacional.
Y es que el hecho de que la Cumbre de las Américas haya pasado sin pena ni gloria, es un claro indicio de que algo no anda bien con la política internacional de Joe Biden. Es cierto que la ausencia del mandatario mexicano (en cuya representación asistió el Canciller Marcelo Ebrard) hizo mella en los resultados que la cumbre pudo haber tenido, pues el gobierno de Biden estaba ávido de alcanzar un acuerdo migratorio de primera mano con México y a la vez lograr acuerdos bilaterales en materia de seguridad y cooperación económica con su vecino del Sur; pero también es cierto que Estados Unidos no pudo representar un liderazgo términos de integración regional.
Esta era la oportunidad del gobierno de Biden de reivindicar su estrategia geopolítica, luego del revés que representó el no poder aminorar las tensiones entre Rusia y Ucrania, no obstante, en la Cumbre de las Américas se mostró incapaz de ejercer un liderazgo que diera fe de una voluntad de cooperación con Latinoamérica contraria a la postura divisaba y reacia al diálogo que la administración Trump demostró en el periodo 2016-2020. En vez de eso, se alcanzó un acuerdo de compromiso para el fomento de la “inmigración legal” en el Continente.
En cuanto a su gestión interna, las cosas no parecen ir mejor para Biden. La economía estadounidense pasa por un momento azaroso con una tasa de inflación por encima del 8%, a la vez que se ha ganado la animadversión del sector empresarial y bancario de en consecuencia de sus ineficientes políticas fiscales y monetarias.
Con incertidumbre económica, un índice de aprobación bajísimo los demócratas afrontarán las elecciones intermedias el mes de noviembre. El fracaso del modelo progresista implementado por Biden se ha hecho evidente en apenas año y medio